Los monstruos de Axel
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Los monstruos de Axel

Los monstruos de Axel Había una vez un niño llamado Axel, tan imaginativo y soñador que podría pintar un arcoíris con solo pestañear. Su mente era como una caja mágica de sueños e ideas. Bosques encantados, piratas espaciales… mundos de caramelo ¡Cualquier escenario imposible cobraba vida para él!

Sin embargo, había algo que le quitaba el sueño: los monstruos. Los monstruos eran los únicos habitantes de sus sueños que le hacían temblar.

No muy lejos de la acogedora casa de Axel, vivían tres criaturas que habían salido de los sueños de Axel: una mariposa, un tucán y un burro.

Posamari la Mariposa tenía alas de terciopelo brillante que podían cambiar de color con cada aleteo. Además, era una sabionda de mucho cuidado. Cantu el Tucán era un pájaro con un enorme pico multicolor y un corazón aún más grande. También era un sabiondo tremendo, y discutía constantemente con Posamari a ver quién sabía más. Y, Robu el Burro, que era tan terco y obstinado como tierno y leal. Se le daba especialmente bien poner fin a las discusiones de sus amigos.

Una noche, Posamari, Cantu y Robu oyeron los sollozos de Axel. Intrigados, los tres amigos se acercaron a la ventana de Axel.

—¿Qué le pasa? —preguntó Robu.

—Espera, que me cuelo dentro —dijo Posamari—. En cuanto descubra algo vuelvo.

Poco después, Posamari regresó y les dijo a sus amigos.

—Esto tiene pinta de ser un caso claro de monstruopatía.

—Y eso ¿qué es? —preguntó Robu.

—Pues está bien claro —dijo Cantu. Y poniendo su voz más pedante, añadió.

—La monstruopatía es un trastorno psicológico en el cual la persona presenta una aversión extrema y patológica hacia los monstruos, lo cual puede generar un malestar significativo en su vida diaria.

—Me alegro de que estemos de acuerdo por una vez —dijo Posamar.

—Para nada —dijo Cantu—. Yo me inclino más por otra cosa: monstruofrenia.

—¿La enfermedad psicológica que se caracteriza por la presencia de alucinaciones, delirios y miedo intenso hacia los monstruos, lo cual puede afectar gravemente la percepción y la realidad de la persona? —pregunto Posamari—. ¡No! Para nada.

—Dejadlo ya, por favor —dijo Robu—. Además, esas enfermedades os las habéis inventado para haceros los listos. Si acaso, esto sería un caso de monstruosis, una condición en la cual la persona experimenta un temor excesivo y paralizante hacia los monstruos, lo cual puede provocar un impacto negativo en su bienestar emocional y en su calidad de vida.

Posamari y Cantu se quedaron paralizados. Era la primera vez que su amigo intervenía en sus discusiones.

—Ahora vamos a dejarnos de inventar cosas y vamos a ayuda a nuestro amigo. Que las niñas y los niños que están leyendo este cuento se tienen que haber quedado de piedra con esta sarta de tonterías que acabamos de soltar.

—Vale —dijeron Posamari y Cantu a la vez.

Posamari, con su gracia y vivacidad, planeó una travesía al corazón de la imaginación de Axel para enfrentar a los monstruos. Cantu, con su voz melodiosa, prometió distraer a los monstruos con sus canciones. A Robu, como era tan terco, le tocó proteger a Axel pasase lo que pase.

Así, emprendieron un viaje mágico y lleno de aventuras. Cruzaron ríos de miel, montañas de almohadas y desiertos de azúcar. La mente de Axel estaba llena de lugares maravillosos, pero también había muchos retos y desafíos.

Cuando ya casi se habían olvidado de qué hacían allí, los tres amigos llegaron a la morada de los monstruos.

—Amigo, estamos aquí, hemos vuelto para ayudarte —dijo Cantu.

PLos monstruos de Axelosamari empezó a volar a para distraer a los monstruos mientras Cantu entonaba una hermosa canción. Robu se acercó sigiloso hasta Axel y se preparó para lanzar su super rebuzno y propinar cuantas coces hicieran falta. Pero no fue necesario.

Los monstruos, confundidos al principio, comenzaron a moverse al ritmo de la canción de Cantu y de lvuelo de Posamari . Sus alas brillaban en colores que nunca habían visto antes, hipnotizando a los monstruos con su belleza.

Al ver que los monstruos se alejaban de Axiel, Robu empezó a bailar, más que nada para aprovechar la energía que había acumulado para dar de coces a los monstruos. Su baile era tan contagioso que los monstruos no pudieron resistirse y se unieron a él.

Axel, mirando esta escena, sintió cómo el miedo se iba esfumando. Descubrió que sus monstruos, aterradores como parecían, también podían bailar, reír y disfrutar.

Después de esa noche, Axel ya no temía a los monstruos. En su lugar, cada vez que cerraba los ojos, veía a sus nuevos amigos bailando y riendo. Y si alguna vez sentía miedo de nuevo, llamaba a sus amigos, Posamari, Cantu y Robu, que estaban siempre dispuestos a unirse a las aventuras de Axel.

Si alguna vez te encuentras con monstruos que te dan miedo, recuerda esto: en el fondo
incluso los monstruos más aterradores, en el fondo, solo quieren aprender a bailar.
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