En la selva tropical vivía Luana, una elegante y llamativa serpiente. Luana tenía unos colores muy bonitos en su piel, piel que cada tanto mudaba y renovaba su brillo y sus colores. Además, Luana tenía una voz muy agradable y una forma de hablar pausada y tranquila que parecía hipnotizar a quienes la escuchaban.
A Luana le divertía decirles cosas bonitas a otros animales para adularlos y caerles bien, aunque en el fondo pensara que eran unos tontos o unos pesados. Luana también se entretenía creando disturbios o problemas entre los habitantes de la selva.
Un día Luana estaba enroscada en una rama de un árbol alto y abajo había dos suricatas que estaban de espaldas. Luana tomo un fruto del árbol y se lo arrojó a una de las suricatas. De inmediato, tras el golpe, la suricata miró con enojo a su compañera y la culpó de haberla atacado. Comenzaron a pelear tanto que cayeron rodando colina abajo. Luana se descostillaba de risa.
Otro día Luana estaba descansando sobre una roca, y pasó un antílope pequeño que apenas tiene unos pequeños cuernos en desarrollo. Todos en la selva sabían cuánto añoran los jóvenes antílopes llegar a adultos para tener unos cuernos fuertes. Luana le dijo al pequeño:
-Pero que cuernos más bonitos y fuertes tienes, estoy segura de que puedes derribar esta roca, debe ser fácil para ti.
Luana se bajó de la roca y la rodeo como tentando al pequeño.
El joven antílope se sintió halagado y a la vez desafiado. Así que, sin más, se dispuso a empujar la enorme piedra. Por supuesto sus cuernos eran aún muy inmaduros para esa tarea y su fuerza no era suficiente. De tanto esforzarse uno de sus cuernos se dobló y se quebró. El pequeño terminó agotado y frustrado. Luana se fue riéndose por lo bajo.
En otra ocasión Luana estaba viendo a unos monos competir haciendo acrobacias entre las ramas. Uno de ellos era el más hábil de todos y destacaba sobre los demás. Luana había visto unas ramas secas y se le ocurrió una idea. Le dijo al monito más habilidoso que esa rama era especial para hacer acrobacias, que era muy flexible y podría rebotar hacia arriba y mostrar todas sus destrezas haciendo giros en el aire. Lo que Luana no le había dicho era que la rama estaba seca y no resistía el peso ni de una hormiga. Al mono le encanto la idea de Luana y corrió a colgarse de la rama, no pasaron ni 5 segundo que esta se quebró y el mono cayó al suelo de bruces. El monito se fue avergonzado y dolorido, Luana se fue entre risas.
A medida que el tiempo pasaba Luana seguía usando su poder de persuasión para hacer maldades, pero cada vez el resto de los animales la conocían más y sabían cuáles eran sus tretas. Así que poco a poco todos fueron dejando de hacerle caso a Luana. La serpiente encantadora ya no era escuchada por nadie y estaba cada vez más sola.
Luana, al principio muy orgullosa, se decía a sí misma que mejor sola que rodeada de inútiles, pero con el tiempo comenzó a sentirse triste. La serpiente pensó ideas para recuperar la confianza de los demás animales y se le ocurrió hacerles favores y entregarles cosas bonitas. Eso hizo. Luana comenzó a ayudar a otros animales en sus tareas o a recolectar frutas y ofrecérselas para que comieran. En el primer momento, los animalitos desconfiaban de Luana, pero al ver que la actitud seguía siendo positiva y no ocultaba ninguna maldad detrás, empezaron a sentirse cómodos con ella nuevamente.
Poco a poco Luana comenzó a ganar amigos y a pasarlo bien con ellos. Luana aprendió a disfrutar ayudando a los demás en vez de disfrutar de las maldades y la desgracia ajena, aprendió a divertirse con sus amigos y a jugar con ellos. Luana se convirtió en una gran y confiable serpiente.