Cuando en otoño empezaba la temporada de setas, Lucas se ponía muy contento. Era una de sus actividades favoritas para hacer en familia. Todos iban con el equipamiento completo: cuchillos de cocina, cestas de mimbre y bastones. El equipo lo completaba un buen calzado, crema de protección solar y gorra. Para evitar intoxicaciones, antes de salir repasaban las diferencias entre las setas comestibles y las que no lo eran. La recogida de setas era una tradición en la familia de Lucas.
Lo primero que hacían antes de ponerse en marcha era consultar las normas sobre la recogida de setas, ya que podían cambiar con el tiempo y de una comunidad autónoma a otra. A veces hacía falta un permiso para recoger setas, níscalos u otros hongos. Otras, solo se podían coger 3 kilos de setas por temporada y persona.
Lucas iba feliz con su cesta de mimbre para recoger setas. Cuando vio que uno de sus primos llevaba una bolsa de plástico le dijo:
-No, si guardas las setas ahí, las esporas que sueltan se quedan en la bolsa y se empobrece la zona. En una cesta, esas semillas se van colando a través del mimbre y volverán a brotar nuevas setas.
El otro niño aceptó con gusto el consejo de Lucas porque sabía que era un gran conocedor del mundo setero. Además, como ya tenía 13 años y era muy responsable, llevaba su propia navaja para recolectar setas. Su primo, que tenía 8 años, llevaba un cuchillo pequeño de filo recto y no dentado porque servía igual y era más seguro.
El momento más emocionante de la excursión al bosque era cuando tocaba cortar el pie de la seta y limpiar los restos de tierra que le podían quedar. De ahí iban a parar a la bolsa. Siempre con mucho respeto al campo. De hecho, un día se encontraron a otros niños arrancando ramas de los árboles, dando golpes a los troncos y dejando envoltorios en el suelo. Les dijeron que eso no se podía hacer porque el bosque era de todos.
En realidad, el mejor momento era el de comerse las setas en familia. En la de Lucas las preparaban de muchas formas. Hacían crema de hongos casera, paté de champiñones y nueces, croquetas de boletus y cecina, salteado de níscalos y jamón, lasaña de setas o setas empanadas.
Además de su rico sabor, Lucas sabía que las setas tenían otras muchas propiedades nutritivas.
- Son bajas en grasa y tienen mucha proteína y fibra- le había explicado un día su madre.
Después, Lucas quiso saber más del tema y descubrió que las setas son ricas en hierro, fósforo, yodo, magnesio, selenio, calcio, potasio, zinc, vitaminas A y vitaminas del grupo B. Un día, a Lucas se le ocurrió organizar en el cole un evento con las setas como protagonistas. Cada niño tendría que llevar una ficha con todas las particularidades de una seta.
Lucas eligió su favorita: el níscalo. Crecían en los pinares de su pueblo y sabían riquísimos al ajillo. Sus compañeros quedaron maravillados con su explicación y, el fin de semana siguiente, fueron muchos más los que se animaron a ir a coger setas.