Manolito pegaba a todos los niños con los que se encontraba en el cole. Por eso todos le le llamaban Manolito el pegón.
Nadie sabía por qué Manolito era tan pegón. Manolito pegaba a cualquiera que se le pusiera delante. Nada valía para que Manolito estuviera tranquilo.
La maestra habló muchas veces con su mamá. Ella decía que a Manolito no le pasaba nada, que en casa no daba ni un ruido. Y cuando salía con ella al parque o a la calle tampoco.
Un día a la mamá de Manolito se el ocurrió espiar a su hijo a ver qué hacía. No se creía que lo que le decían era cierto. La maestra estuvo de acuerdo y le preparó a la mamá de Manolito un escondite para que viera al niño.
Cuando su mamá vio que era verdad, que Manolito era un pegón, se quedó muy apenada. Por eso decidió seguir observando a su hijo en casa.
La mamá de Manolito descubrió que Antonio, su vecino, pegaba a Manolito. Antonio era un poco mayor que Manolito e iba a jugar todas las tardes a casa de Manolito porque las mamás eran muy amigas.
Antonio amenazaba a Manolito con pegarle más si decía algo, y con contar algunas de sus trastadas secretas. Manolito estaba tan asustado que no decía nada.
La madre de Manolito habló con su amiga, la madre de Antonio, que no podía creer lo que oía.
-Escóndete donde me escondo yo y compruébalo -le dijo la madre de Manolito a la madre de Antonio.
Y eso hicieron. Cuando lo vio, la madre de Antonio quedó muy apenada. Tanto que Antonio no volvió a casa de Manolito.
-Si alguien te pega tienes que decirlo, hijo -le dijo su mamá-. Aunque te amenacen. Pegar a otros como te pegan a ti no es la solución.
Desde entonces Manolito está más tranquilo y ya no pega a nadie.