Marco, el dragón tragón
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Marco, el dragón tragón

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A partir de 4 años
Marco, el dragón tragón Marco vivía junto a sus hermanos y sus padres en la cercanía del castillo. La zona en que habitaban era muy abundante en cuanto a frutos y vegetales, y ellos, la familia de dragones, salían cada mañana a alimentarse con aquellos frescos alimentos.

Todos comían la cantidad suficiente para saciarse, porque sabían que, si luego les apetecía un poco más, allí tendrían de sobra. Pero Marco no hacía lo mismo. Marco comía lo necesario para saciarse, y luego mucho más. Comía todo lo que podía e incluso a veces se esforzaba por qué le entrase un poquito más.

Este comportamiento hacía que Marco se sintiera mal en muchas ocasiones. El pequeño dragón acababa con dolor de barriga, vomitando y muchas veces no podía regresar volando con su familia de lo pesado que se sentía, y debía volver caminando o casi arrastrándose.

Un día que como siempre Marco comía sin parar en el paraje de frutos, escuchó una voz que se dirige a él.

—Ey, tragón… Sí, a ti te hablo.

Cuando Marco levantó su cabeza para ver quien le hablaba vio a un cuervo de brillantes plumas negras que lo observaba desde la copa de un árbol.

—Se dice dragón, ¡no tragón, tonto! —respondió Marco, molesto.

—Ja ja ja, lo sé. Pero te dije tragón intencionalmente. Te veo todos los días por aquí y comes más que cualquier otro animal que haya visto.

—¿Y qué hay con eso? —preguntó el pequeño dragón, entre curioso y ofuscado.

—Por mí nada, pero tú siempre acabas sintiéndote mal de forma innecesaria. Además de que desperdicias frutas y vegetales —respondió el cuervo.

—Bueno, pero lo necesito —respondió Marco.

—Necesitas comer solo lo necesario, ¿para qué atragantarse con tanta cantidad? ¿Acaso tienes tanta hambre? —le dijo el ave.

—No, no es que tenga tanta hambre. ¿Pero qué tal si un día ya no consigo alimento?, mejor tener reservas, por si acaso.

—Pequeño, yo soy un cuervo viejo, habito hace mucho tiempo por aquí y nunca ha faltado nada. Siempre hay comida suficiente para todos los animales, no debes tener miedo —respondió con firmeza el cuervo.

—¿Es cierto eso? ¿Y cómo sé que luego no será diferente? —preguntó el pequeño dragón con curiosidad.

—Claro que es cierto, y no será diferente porque la naturaleza es sabia y generosa, y puso todo lo que necesitamos a disposición y en abundancia para todos. Te veo luego.

Tras esas palabras, el cuervo se echó a volar y se alejó de Marco.

MMarco, el dragón tragónarco se quedó pensando. Tan absurdo no parecía lo que le había comentado el cuervo. Desde que él había comenzado a volar y a salir a comer con su familia, siempre había visto suficiente comida para todos cada día. Realmente el pequeño dragón no sabía de donde había salido ese miedo de quedarse sin comida. Así que decidió probar lo que su amigo emplumado le había dicho y al día siguiente comió solo lo que necesitaba, y así lo repitió por varios días.

El pequeño dragón empezó a notar como se sentía mucho mejor de comer solo lo necesario. Ya no se sentía pesado ni con malestar. Además, se sentía mucho más lleno de energía y siempre podía volar ágilmente. Los días pasaban, y Marco veía que el alimento jamás escaseaba tal y como le había dicho aquella vez el cuervo, por ello también comenzó a sentirse más tranquilo y a confiar en que siempre tendría lo que necesitaba.
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