Mi abuelo tiene una cabaña en el bosque que está rodeada de árboles y animales como vacas, burros, ovejas, conejos, perdices…
Él no va al supermercado, como mis papás. Él come de lo que cultiva en la tierra como patatas, lechugas, zanahorias, tomates y también fruta.
También, los animales con los que vive le dan alimentos para comer como la leche con la que prepara quesos y me da el desayuno.
Un día mi abuelo me vio rascando con una piedra uno de los árboles que rodeaban su casa. Noté que su expresión en la cara cambió y empezó a contarme algo súper interesante.
Mi abuelo me pregunto: ‘Hijo, ¿te gustan las naranjas?’ Yo le respondí que mucho. ¿A quién no le gustan las naranjas? Y entonces me dijo: ‘¿Y por qué dañas al árbol que te las da?’
Yo no sabía qué decir, creo que mi abuelo se dio cuenta y siguió contándome algunas cosas que hicieron que pronto me hiciese amigo de los árboles.
Las naranjas, así como las peras, las manzanas, las mandarinas y los plátanos, entre otros, eran frutos que daban los árboles. ¡Porque los árboles estaban vivos!
Sí, es raro que algo que está vivo no haga sonidos ni muestre su dolor, pero mi abuelo me contó que los árboles lloran de otra manera.
Cuando los raspamos, les hacemos daño. Empieza a salir un pequeño líquido que mi abuelo dice que es ‘la sangre’ de los árboles. Su manera de mostrar que están heridos. Sentí mucha pena por ellos, porque no pueden expresarse como nosotros.
Pese a su quietud, mi abuelo me contó que los árboles son seres tremendamente inteligentes. En épocas de sequía, extienden sus enormes raíces bajo el suelo, para poder encontrar el agua y seguir dándonos frutos.
Desde entonces a ese árbol que raspé le llamo mi amigo Tri. Le pedí perdón en voz baja por lo que le había hecho y me di cuenta de que, con el tiempo, el gran árbol, se recuperó. Mi amigo es muy fuerte.
Cuando llegaban los veranos allí, Tri me daba cobijo del sol tapándome con sus enormes ramas. También me refugiaba en él cuando llovía. Tri siempre está ahí.
Hace tiempo, observándolo, me di cuenta de que yo no era su único amigo. Muchas hormigas y animales como ardillas se refugian también en él. Así fue como me di cuenta de que Tri tenía muchos más amigos. Que era importante para muchos seres, no solo para mi abuelo y para mí.
Muchas aves se refugian en Tri para poder tener sus polluelos. A veces algunas ardillas saltan sobre él jugando. Otros animales, como las hormigas, se pasan el día recorriéndolo de arriba abajo y trayéndole hojas, comida, etc.
Además, mi abuelo me contó que Tri y otros árboles eran muy importantes para la vida porque gracias a ellos teníamos un aire limpio y puro que respirar.
Tri era muy popular. Hacerle daño a él, era hacerle daño a muchos amigos con los que jugaba en el campo. Muchos animales que necesitan de él para cobijarse o para alimentarse. Me encantaba Tri.
E
n el bosque hay muchos más árboles. Con Tri descubrí tantas cosas, que ahora quiero descubrir más sobre sus amigos. ¿Qué frutos darán los otros árboles? ¿A qué animales acogerán? ¿Cómo mejoran el aire?
Puede que mi abuelo me ayude a darle respuesta a estas preguntas. Ahora estoy entusiasmado por conocer todos los árboles que rodean la casa de mi abuelo. Cada día voy con él a ponerles agua y veo cómo van creciendo sus frutos hasta que mi abuelo los recolecta o caen y otros animales lo aprovechan.
Jamás pensé que los árboles fueran tan importantes para los seres vivos y para el planeta. Ahora quiero contarle todo lo que sé a mis amigos para que se den cuenta de lo buenos que son los árboles y plantas con nosotros y otras especies. Así, ninguno de mis amigos cometerá el error de hacerles daño por desconocimiento, como lo hice yo. Y es que, aunque parezcan quietos e impasibles, son muy generosos. Además, puedes contarle todos los secretos que quieras que nunca los revelará.
Tri es mi mejor amigo y el más fiel que tendré nunca. Pronto traeré a mis amigos para que lo conozcan también.