Martín siempre esperaba a última hora para hacer los deberes. Así que muchos días no le daba tiempo a hacerlos. Y, con las prisas, casi siempre los hacía mal.
-¿Sabes, Martín? -dijo papá-. A partir de mañana yo también voy a dedicarme a jugar antes de hacer mis deberes. Y si no me da tiempo, pues no me dio.
-Yo pienso hacer lo mismo -dijo mamá.
Martín se rió de lo que le acababan de decir sus padres.
-Pero ¡si vosotros no tenéis deberes! -dijo.
-Claro que tenemos deberes -dijo papá.
-Y si no los hacemos hay consecuencias -dijo mamá.
Martín se rió un buen rato y luego se marchó pensando que sus papás decían muchas tonterías.
Y llegó la hora de merendar.
-Papá ¿me has hecho la merienda? -preguntó Martín.
-Uy, pues no -dijo papá-. Mamá y yo estamos jugando al parchís.
-¿Me la haces, por favor? -preguntó Martín.
Papá fue corriendo, sacó el pan del molde y un par de lonchas de fiambre. Lo colocó en un plato. Luego llenó un vaso de leche y se lo dejó a Martín de cualquier manera en la mesa de la cocina.
-¿Qué es esto? -preguntó Martín.
-Eso es lo que pasa cuando haces las cosas con prisa y sin ganas -dijo papá-. Me voy, que estoy a punto de ganar a tu madre.
Por la noche pasó algo similar. Papá y mamá habían estado jugando hasta tarde y cenaron lo primero que pillaron.
Martín estaba muy desconsolado. Aquella cena era horrible.
Y cuando se fue a la cama…
-Mamá, no encuentro ningún pijama limpio -dijo el niño.
-Lo siento, hijo, es que hoy no he lavado ni he planchado -dijo mamá-. Ponte cualquier cosa para dormir.
Y por la mañana…
-¿Qué hay para desayunar? -preguntó Martín.
-Vaya, ayer tampoco fuimos a la compra -dijo papá-. No hay nada para desayunar.
- Ni fregamos los platos -dijo mamá.
-Y no tenemos ropa limpia para vestirnos -dijo papá.
-Tampoco cambiamos la rueda del coche, que se pinchó ayer -dijo mamá.
-Ni recogimos el pis que el perro hizo en la alfombra de Martín -dijo papá.
-¡Para el carro, que no tenemos perro! -dijo Martín-. Ya lo pillo. Si cada uno no hace sus deberes esto no funciona.
-¡Eso eso! -dijeron papá y mamá.
-¿De verdad que no hay nada para desayunar? -dijo Martín.
-Algo encontraremos -dijo mamá-. Espero que no olvides la lección.
Y no la olvidó. Vaya que no.