Ese día, en clase de Historia, tocaba conocer uno de los episodios históricos más importantes de todos los tiempos: la Revolución Francesa. Básicamente, significó el paso de lo que se conoce como ”Antiguo Régimen” y los estados modernos de la actualidad. Significó además que los reyes dejaron de tener poder absoluto como hasta entonces y que la religión dejó de tener tanta influencia como tenía sobre la vida de las personas.
Por aquel entonces, la sociedad francesa estaba dividida en tres estados: el primero era el clero, el segundo la nobleza y el tercero el resto de la población. A este último se le llamaba Tercer Estado y era el que menos privilegios tenía. Ante este panorama, filósofos como Montesquieu y Rousseau buscaban un cambio en la estructura social.
Uno de los episodios más importantes de la Revolución Francesa fue, el 14 de julio de 1789, la toma de la Bastilla. De hecho, es ahí donde empezó todo. Era una prisión-fortaleza donde había mucha gente encarcelada sólo por sus ideas.
En esa época, la gente de Francia se quejaba del precio de alimentos como los cereales y el pan y del aumento de los impuestos. Decían que las clases altas tenía muchos privilegios y, por esa y por otras razones, el pueblo se levantó contra la monarquía francesa.
En la asamblea, donde se tomaban las decisiones más importantes del país, había dos grupos: los Girondinos, republicanos y monárquicos moderados, y los Jacobinos, el ala radical de la revolución. Como decimos, en la Bastilla estaban como prisioneros los grandes pensadores de la revolución de Francia.
Por aquel entonces, se creó una asamblea nacional que buscaba derrocar a la monarquía de Luis XVI. Tras la toma de la Bastilla se eliminaron los derechos y privilegios del sistema feudal y la nobleza. Fue entonces cuando comenzó la Revolución Francesa, con la toma de la Bastilla en 1789. De hecho, cada 14 de julio se celebra el día Nacional de Francia, conmemorando ese importante episodio histórico.