En un lugar muy muy lejano de la India vivía Rasdam, un joven que colaboraba con los agricultores de la zona y era conocido por ser el más inteligente. En todos los campos donde entraba era conocido y admirado por su forma de resolver los problemas, de sentarse a meditar y de no generar discusiones.
Un día estaba Rasdam sentado en unas escaleras acabando de comerse una naranja y esperando para hacer sus tareas cuando un amigo suyo se acercó para contarle una novedad que iba a ocurrir:
-Amigo Rasdam, mañana pasará por nuestro pueblo el Rey Kalim para una cacería. Muchos de nosotros vamos a ir a acompañarlo porque está buscando ayudante y aquel que le parezca interesante se irá con él al palacio. ¡Deseo irme de aquí, Rasdam! Viajar, tener nuevas experiencias, aunque sea sirviendo. Eres muy bueno y no quería que te perdieras esta oportunidad.
Rasdam, agradecido por la información, abrazó a su amigo y le dijo que mañana también acudiría. Aunque él no tenía muchas ganas de irse de su pueblo sentía curiosidad por ver cómo sería el Rey Kalim.
El día llegó y el Rey traía consigo una enorme corte. En cuanto se organizaron para la cacería llamaron a todos los jóvenes para partir al bosque y ayudar al rey a tener las mejores presas.
Todos iban con una enorme ilusión hablando entre ellos, pero en cuanto se adentraron en el bosque empezaron a competir. El rey les pedía que corrieran mucho y todos salían disparados hacia el objetivo. Rasdam no era el más rápido, así que no llegaba a tiempo. Después el rey vio un árbol con muchos dátiles y les pidió que treparan a cogérselos. Todos fueron hacia ellos, pero Rasdam no tenía gran destreza, así que no llegó a tiempo.
Cuando parecía que el Rey iba a hacer su segunda petición empezaron a caer gotas grandes de agua. Una gran tormenta se avecinaba. Los miembros de la corte del rey empezaron a mirarse preocupados. No pensaron que el día pudiera estropearse por la lluvia y temían por su comida, sus mantas, el equipaje del rey y las cosas que traían para pasar estos días de travesía hasta llegar a palacio.
La lluvia empezó a ser más fuerte y Rasdam se acercó corriendo a los pajes del Rey Kalim y les dijo:
-Dejadme vuestro equipaje y mañana os lo entregaré intacto.
Todos se miraron sorprendidos mirando al joven con incredulidad. Uno de ellos que parecía el jefe fue a pedir permiso al Rey. Kalim, que tenía curiosidad y pocas opciones para proteger todo lo que traía, accedió con la condición de que nada más que apareciera un rayo de sol tendría que entrar en el campamento del rey con todas las cosas.
Rasdam fue bajando las cosas de los baúles poco a poco mientras el resto corrían saliendo del bosque hacía sus casas y los pajes intentaban proteger al Rey Kalim de la tormenta.
Al día siguiente tras amainar la tormenta y el viento el Rey abrió sus ojos y no le dio tiempo a reflexionar dónde se encontraba porque ya estaba Rasdam con todas las cosas en la entrada del campamento.
La corte del rey revisó todo lo que Rasdam traía y miraban para él sorprendido porque no había nada mojado, nada estropeado y nada que faltara. El Rey Kalim aplaudió entusiasmado.
-¿Cómo has protegido toda la ropa? No se ha mojado ni tu ropa. ¿Cómo has hecho para que toda la comida y la fruta esté bien?
Rasdam respondió que se había quitado su ropa, la había doblado y se había sentado encima. El resto de ropa la había tapado con hojas grandes de palmeras por las que escurre el agua. Para la comida había construido pequeñas casetas con palos y trozos de madera del bosque. Cuando pasó la tormenta cogió su ropa, la sacudió para quitar la tierra y se la puso para estar presentable para el Rey.
El Rey Kalim impresionado le dijo:
-No eres el más rápido, no eres el más fuerte, no tienes una gran destreza, pero serás el escogido para venir a mi palacio porque lo más importante en esta vida es que ante un problema pienses en una solución y logres llevarla a cabo. Muchas gracias joven Rasdam.
Rasdam, agradecido y contento por la valoración del Rey y su corte, decidió acompañarlos y vivir nuevas aventuras.