Rober era un gusano de tierra. Le hubiera gustado ser un animal más grande y robusto, pero tenía que conformarse con arrastrarse por el suelo y vigilar que las personas no lo pisasen ni los pájaros se lo comiesen. Además, le molestaba mucho ser de esos animales a los que la gente suele tener asco.
-Si a los perros y a los gatos les hacen caricias, ¿por qué a mí me tienen repelús? - se lamentaba Rober con infinita tristeza.
Ya que tenía que seguir siendo un insecto, al menos pedía ser un gusano de seda, porque al final terminaría siendo una bella mariposa.
-Nadie nos quiere y a los gusanos de seda la gente se los lleva a casa y los alojan en cómodas y calentitas cajas.
Su amigo Lu, que estaba encantadísimo siendo un gusano común y comiendo restos de bocata y de fruta en el patio del colegio en el que vivían, le decía:
- ¡Pero si los gusanos de seda son feísimos, amigo! Son blancos y aburridos. Nosotros somos mucho más bonitos. Tu por ejemplo eres verde brillante. ¡Ya quisieran los gusanos de seda ser como nosotros!
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de su amigo por animarle, Rober seguía sin convencerse. Decía que los gusanos de seda son feos al principio, pero que luego se convierten en mariposas preciosas. Además, los niños los guardaban, los alimentaban y se los enseñaban a todos sus amigos. Sin embargo, a los gusanos comunes les tenían asco.
Como era muy cabezón, un día tomó una firme decisión. Estaba convencido de que, comiendo morera como los gusanos de seda, se acabaría convirtiendo en uno de ellos y convirtiéndose en mariposa. Tenía la intención de colarse en alguna caja de zapatos que estuviera libre para que algún niño se lo llevase a casa “por sorpresa”.
Estaba tan convencido de que su plan saldría bien, que Rober no hizo caso a las advertencias de sus amigos. Empezó su aventura en el cole un viernes y hasta el lunes no pudo llegar al aula. En una caja, vio un montón de gusanos de seda comiendo morera tranquilamente. Cuando vieron a Rober, empezaron a gritar alborotadas.
–¿Quién eres y qué haces aquí? -le dijeron
–Soy Rober y vengo a convertirme en mariposa de seda como vosotras. Lo único que tengo que hacer es empezar a comer morera.
–Tú no podrás convertirte en mariposa porque eres un gusano común.
Sin hacer caso a los gritos, Rober empezó a mordisquear una hoja de morera. La verdad es que le supo fatal y desistió de su propósito de ser gusano de seda. Volvió a donde siempre había vivido.
Al día siguiente, se encontró con un niño que, en vez de huir de él muerto del asco, le habló con cariño y le dio unas migas de su bocata. Porque, aunque no fuese un gusano que un día se transformaría en una bella mariposa, había muchas personas que lo iban a respetar y apreciar.