Una extraña cocinera
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Una extraña cocinera

Edades:
A partir de 6 años
Una extraña cocinera Al pueblo se había mudado una señora mayor. La mujer vivía sola en una casa con jardín que quedaba en el centro del pueblo cerca de la zona comercial. Como era nueva en el lugar se sabía poco de ella. Los vecinos sabían que la señora se llamaba Elsa, que era cocinera y que tenía hijos, pero ya eran mayores y vivían en la ciudad, nada más que eso.

Como cada persona nueva que se mudaba o iba de vacaciones al pueblo, despertaba la curiosidad de los niños de la zona. Según el grupo de niños del pueblo, la señora tenía cara de amargada y de mala. Rápidamente, la apodaron “la bruja”. Los niños se decidieron investigar al respecto y descubrir más acerca de “la bruja Elsa”.

Con sus bicis los niños se encargaban de monitorear el pueblo y seguir de cerca los pasos de su nueva vecina. A veces Elsa notaba que los niños la estaban siguiendo, pero solo los miraba de reojo y seguía con lo suyo. En general solo veían que la señora tomaba un autobús para ir a su trabajo, que hacía las compras en los mercados, y que a diario salía a tomar caminatas cuando caía el sol.

Algo raro que los niños notaron que empezó a suceder desde que Elsa llegó al pueblo, es que los gatos que vivían por las calles del pueblo empezaron a desaparecer uno a uno. Primero “el manchitas”, luego “bigotes” y más tarde “tigre”. Todos los gatos muchas veces desaparecían por algunos días, pero siempre regresaban. Esta vez no era así, pasaban semanas y los gatos no regresaban jamás. Los niños decidieron seguir ese asunto más de cerca.

Empezaron a seguir a Elsa mucho más y a medir cada uno de sus movimientos. Efectivamente, una de las tardes en que la siguieron en sus caminatas la vieron salir con un bolso vacío con pequeños orificios. La señora se alejó del pueblo y en una zona de arbustos siguió a un pequeño gatito negro y tentándolo con un trozo de pescado lo metió en su bolso.
Al seguirla, los niños pudieron ver que lo llevó a su casa. El día de investigación terminó allí.

Al día siguiente vieron a Elsa ir normalmente a su trabajo y regresar. No todas las noches, pero sí varias en la semana, la señora en sus caminatas recogía más y más gatos del pueblo. Ninguno volvía a ser visto.

Los niños sacaron muchas conjeturas. Uno de ellos aseguraba que por la ventana de Elsa se olía carne cocida, de seguro que al ser cocinera “la bruja” cocinaba a todos los gatitos. Otro de los niños opinaba que los usaría para hacer hechizos, y otro opinaba que estaría armándose un abrigo de piel al estilo “Cruella DeVil”.

Entre tantas alternativas, el más osado de los niños, propuso ingresar por la ventana a la casa de “la bruja” cuando ella estaba en su trabajo y por fin develar el misterio del destino de los gatos desaparecidos.

La mañana siguiente los niños esperaron escondidos cerca de la casa de Elsa para verla retirarse. Sabían que tenían unas 6 horas antes de que regrese. Ni bien vieron a Elsa salir, corrieron y forzando apenas la ventana se metieron en la casa de Elsa. Los niños estaban muy nerviosos, no sabían con qué se encontrarían.

Sigilosamente, empezaron a andar por la casa de Elsa, hasta el momento, no veían nada raro. De pronto se oyó la puerta de entrada. ¡Era Elsa que había regresado! Lo que falló en el plan de los niños era que ese día era sábado, y la mujer no trabajaba. Aunque intentaron huir fueron vistos por la señora que exclamó:

-¡Así los quería atrapar!

El terror invadió a los niños que se quedaron paralizados.

Elsa prosiguió:

-¡Por fin puedo conocerlos! Siempre los veo siguiéndome, pero nunca tuve oportunidad de saludarlos y presentarme.

Una extraña cocineraAín sin palabras, los niños pudieron ver como de escaleras arriba bajaba “el manchitas”. El gato estaba mucho más gordito y con un collar de color azul.

Cuando se relajaron, los niños empezaron a hablar con Elsa. Uno de ellos le preguntó qué era lo que hacía “el manchitas” allí. Elsa les explicó que cuando llegó al pueblo notó la cantidad de gatos que vivían por las calles y mal alimentados, y decidió atraparlos uno a uno y conseguirles hogar. Elsa tenía en su casa a los gatos hasta que les daba todas sus vacunas, los esterilizaba y se ponían más gorditos. Luego les buscaba un hogar por las redes sociales.

Elsa llevó a los niños al piso de arriba y le mostró una habitación con pequeñas camitas donde estaban todos los gatos. Además, les enseñó en su ordenador las familias a las que ya les había dado algunos de los gatos, y otras que estaban esperando por uno.

Finalmente, los invitó a pasar a la cocina a comer un trozo de tarta con chocolatada y seguir conversando para conocerse más. Desde ese día los niños le tomaron mucho cariño a Elsa y ella también a los pequeños. Con frecuencia la visitaban y compartían una rica merienda mientras se contaban sus asuntos.
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