telaraña. Arantxa era conocida en todo el bosque por su gran amor por la comida. Le encantaban las moscas jugosas y los escarabajos crujientes. Aunque su manjar favorito eran las mariposas de chocolate.
Un día, Arantxa despertó con un hambre tan grande que su estómago gruñía como un león feroz. Miró su nevera y, oh, no, ¡estaba vacía! Sin comida a la vista, Arantxa tuvo una idea brillante, pero traviesa.
Con su barriguita gruñendo a más no poder, Arantxa se balanceó en su telaraña y comenzó a hacer promesas a sus vecinos.
—¡Hola, señor Saltamontes! Si puedes tirar de mi telaraña, te daré un trozo de pastel de lombrices —prometió con una gran sonrisa.
Y el señor Saltamontes, que amaba el pastel de lombrices, saltó y tiró de la telaraña. Pero en lugar de pastel, terminó enredado en la telaraña de Arantxa. ¡Oh, no!
Arantxa hizo la misma promesa a la abeja, a la mariposa y a la hormiga. Todos ellos, con la esperanza de un delicioso premio, terminaron enredados en la telaraña de Arantxa.
La sabia tortuga Tere, al ver lo que sucedía, decidió intervenir. Con su paso lento, pero seguro, caminó hasta Arantxa y le dijo:
—Arantxa, querida, no es justo engañar a tus amigos. ¿No sabes que la comida casera es lo más seguro y lo más nutritivo?
Arantxa se sintió culpable, bajó la mirada y admitió que la tortuga Tere tenía razón. Así que decidió liberar a sus amigos y pidió disculpas por su comportamiento. También prometió aprender a cocinar su propia comida en casa.
C
on la ayuda de la sabia Tortuga Tere, Arantxa aprendió a cocinar su comida favorita: ¡mariposas de chocolate! Ahora, en lugar de engañar a sus amigos, Arantxa los invita a su casa a compartir su deliciosa comida.
Y así, Arantxa, la araña glotona, aprendió que es más seguro y divertido cocinar en casa que engañar a los amigos. Todos los insectos y animales del bosque se rieron y disfrutaron juntos, y Arantxa nunca volvió a sentir ese gruñido de león en su estómago.
Y como en todos los cuentos, nuestros amigos vivieron felices y comieron… ¡mariposas de chocolate!