En la bulliciosa metrópolis de Ciudad de Luz vivía Bombillo, el superhéroe local. Todas las metrópolis tenían uno, como en las mejores sagas fantásticas.
Bombillo tenía una compañera canina de la que nunca se separaba: Chispita. Juntos estaban siempre listo para salvar a quien hiciera falta.
Tenemos metrópolis futurista y superhéroe genial con compañera todavía más genial. Solo nos falta un villano. El de Ciudad de Luz era conocido como Oscurecido.
No se puede decir que este villano fuera muy malvado, sino más bien un poco travieso. Pero a ver qué iban a hacer dos superhéroes en una metrópolis de estas sin tener alguien contra el que enfrentarse, ¿no?
Además, había un problema: a Oscurecido no le hacía ni pizca de gracias ser el malo del cuento, pero alguien tenía que hacerlo. Y le tocó a él. Y no se le ocurrió otra versión de ser malvado que convertirse en un ser travieso.
—¡Bombillo, ven rápido! —gritaban los ciudadanos cuando veían a Oscurecido aparecer.
Y como siempre, Bombillo y Chispita volaban a la escena, resolviendo cualquier trastada que Oscurecido hubiera hecho.
Lo que más le gustaba a Oscurecido era quitar y esconder bombillas, pintar farolas de negro o desenchufar cables.
Los supervillanos de las metrópolis cercanas le tomaban el pelo, porque un villano de verdad hubiera roto las bombillas, las farolas y los cables.
En Ciudad de Luz no protestaban, así que Oscurecido siguió cumpliendo con su papel.
Un día, durante lo que parecía ser la batalla final, Bombillo, Chispita y Oscurecido terminaron accidentalmente en un pozo oscuro y profundo. Allí quedaron atrapados.
—¡Ayuda! —gritaban, pero nadie podía escucharlos.
—Menuda batalla final de pacotilla —dijo uno.
—Esto todavía no ha terminado —dijo el otro.
—Grrrr —gruñó Chispita.
Bombillo intentó taladrar la pared usando un rayo de luz superconcentrada para tallar una escalera en las paredes del pozo. Pero estaba tan oscuro ahí abajo que no había manera de conseguir luz suficiente.
Oscurecido intentó lanzar una bomba superconcentrada de oscuridad para destruir las paredes, pero tampoco sirvió de nada.
—Quizás podamos trabajar juntos para salir de aquí —sugirió Bombillo.
Oscurecido frunció el ceño y apretó los puños. Pero al ver a Bombillo temblar en la oscuridad, asintió.
—Nuestros poderes no sirven para nada —dijo Oscurecido.
—No sirven de nada por separado, pero ¿qué pasaría sin los juntásemos? —dijo Bombillo.
—Guau, guau —aportó Chispita, por decir algo.
Eso hicieron.
Pero tampoco sirvió para nada.
Entonces, Chispita empezó a correr en círculos. Cuando captó la atención de Bombillo y Oscurecido, empezó a saltar. Al principio parecía que se había vuelto loca, dándose contra las paredes y chocándose contra sus pies y sus espaldas, hasta que Oscurecido lo entendió.
—¡Eso es! Podemos salir de aquí sin superpoderes. Si nos colocamos espalda con espalda, llegaremos con los pies a la pared. Solo tenemos que ir subiendo a la vez.
Bombillo no estaba muy convencido.
—Hace falta mucha fuerza y resistencia —dijo.
—De eso tenemos de sobra, que para eso somos un superhéroe y un villano —dijo Oscurecido.
—Ya, pero somos archienemigos —dijo Bombillo—. Lo que dices implica confiar el uno en el otro.
Chispita empezó a gruñir a Bombillo. Si hubiera podido hablar, le habría dicho: “Pero ¿tú eres tonto o peinas naranjas? ¡Que Oscurecido también quiere salir de aquí!”
S
e ve que Oscurecido sabía más de perros, porque le dijo:
—Si hasta Chispita se ha dado cuenta de que los dos queremos lo mismo. Hagamos una tregua. Si acaso y, cuando salgamos, volvemos a ser enemigos. Pero, por ahora, mejor nos olvidamos de eso.
Bombillo y Oscurecido se colocaron en posición y empezaron el ascenso. Para que no hubiera problemas, acordaron que Chispita, que era el más ligero de los dos, marcaría el ritmo.
La perrita colocó las patas traseras sobre uno de los muchachos y las patas trasera sobre otro, y empezó a ladrar.
Y así, pasito a pasito, ladrido a ladrido, llegaron arriba y salieron del pozo.
Bombillo y Oscurecido se miraron. Ambos estaban agotados, pero sonrientes.
—No sé tú, pero yo no tengo el cuerpo para luchar más —dijo Bombillo.
—Yo tampoco tengo ganas. Además, estoy pensando en dejar esto de ser villano —dijo Oscurecido.
—Si tú lo dejas, vendrá otro —-dijo Bombillo.
—Pues que venga, yo me paso a vuestro bando —dijo Oscurecido.
Aquel día, Ciudad de Luz se quedó sin villano. Dicen que todavía andan buscando uno, pero nadie quiere ir. Con semejante trío de amigos, ni el más malvado se atreve.