Lorenzo se presentó en clase con un bolígrafo que no escribía. Como no quería que le riñeran por no poder hacer los ejercicios, Lorenzo se puso a escribir, como si no pasara nada.
-Con un poco de suerte ni se enterará de que mi bolígrafo no escribe -pensó Lorenzo-. Solo tengo que escribir como si no pasara nada.
Lorenzo se colocó bien las gafas y empezó a hacer los ejercicios en su cuaderno.
Cuando la maestra vio a Lorenzo hacer los ejercicios se quedó observando. Después de un rato viendo que el bolígrafo no funcionaba, pero que Lorenzo seguía escribiendo como si tal cosa, le dijo al niño:
-Lorenzo, ¿no ves que ese bolígrafo no funcionaba? No estás anotando nada en tu cuaderno.
-Sí que funciona, Doña Paquita -dijo Lorenzo-. Es un bolígrafo transparente.
-Y ¿se puede saber cómo pretendes que yo corrija tus ejercicios si los has escrito con tinta transparente? -preguntó la maestra.
-Estos ejercicios son de los que corregimos en voz alta, Doña Paquita -contestó Lorenzo-. Así que no se preocupe por eso.
-Lo que me gustaría saber es cómo vas a verlo tú, porque la tinta transparente no se ve nada -dijo la maestra.
-No se preocupe por eso, Doña Paquita, que mis gafas son especiales y con ellas puedo leer perfectamente la tinta transparente -replicó Lorenzo.
-Está bien -dijo Doña Paquita.
Los alumnos siguieron con sus ejercicios. Pero, al contrario de lo que era habitual, la maestra les interrumpió diez minutos antes de que finalizara la clase.
-Para asegurarme de que estáis haciendo bien los ejercicios vamos a plantear algunos de ellos antes de iros -dijo Doña Paquita-. A ver, Lorenzo, ¿serías tan amable de leer lo que has escrito en el primer ejercicio.
Lorenzo no sabía qué hacer. Pero tenía que salir de aquel lío de alguna forma. Empezó a mirar el cuaderno y, como no veía nada, dijo:
-Disculpe, Doña Paquita, parece que se me han ensuciado las gafas. Deme unos segundos que las limpio.
Lorenzo se agachó y, mientras disimulaba que limpiaba las gafas, sacó un lápiz y lo pasó suavemente sobre la hoja de papel, de modo que las letras marcadas se veían blancas sobre el fondo oscuro que dejaba el lápiz.
-Ya estoy -dijo Lorenzo. Y leyó la respuesta.
El problema es que se había equivocado de zona al marcar con el lápiz, y respondió a otra pregunta diferente.
Doña Paquita se acercó y, cuando vio lo que había hecho, le dijo:
-Con que bolígrafo transparente, ¿eh? Podrías haber hecho los ejercicios con lápiz desde el principio. ¿No sabes que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo?
-Yo no he mentido, solo he dado una respuesta creativa bastante ajustada a la realidad -dijo Lorenzo.
Doña Paquita no pudo evitar sonreír.
-Es hora de marcharse -dijo finalmente-. Espero que mañana vengas con los ejercicios bien visibles y con un bolígrafo que se vea bien.
Lorenzo se fue, pensando si a Doña Paquita le importaría mucho que hiciera los ejercicios con bolígrafos de colores. Al fin y al cabo, no le había recordado que había que hacerlos con bolígrafo azul oscuro o negro, ¿no?