El Bosque de Po era un paraje precioso, lleno de árboles y plantas. Un riachuelo de agua clara cruzaba todo bosque. Algunos claros lucían hermosas flores de colores que el sol bañaba con dulzura.
Pero en el Bosque de Po no vivía nadie más que un terrible animal, tal vez un monstruo, al que se conocía como Po. Po habitaba el lugar desde hacía años. Por eso se conocía aquel lugar como el Bosque de Po. Todos los demás habitantes habían huído. Ni siquiera había insectos ni pájaros. El único habitante del bosque los había asustado.
Po vivía feliz en su bosque, sin nadie que le molestara. Sin embargo, no era el monstruo que todos pensaban. Durante años había sido perseguido y, cansado de huir, Po había ingeniado una forma de espantar a sus depredadores.
El problema es que había asustado a todos los demás también, y se había quedado solo. Al principio eso no le molestaba. Pero con el paso de los años la soledad se fue haciendo más pesada, para Po y también para el bosque.
Sin animales ni insectos que comieran los frutos y las semillas, sin nadie que recogiera hojas y ramas, sin nadie que recorriera el bosque, aquel lugar empezó a convertirse en un sitio horrible, triste, descuidado, selvático. Incluso el riachuelo y sus claras aguas se vieron afectados.
Po empezó a darse cuenta de que algo no iba bien y le preguntó al Viejo Árbol Sabio qué ocurría. El Viejo Árbol Sabio le respondió:
-Necesitamos que vuelvan los demás animales al bosque. Necesitamos a los pájaros, a los insectos, a los mamíferos, a los peces y otros organismos acuáticos. Somos un ecosistema, Po. Nos necesitamos unos a otros para sobrevivir.
-Pero si vuelven los habitantes del bosque también volverán los que quieren comerme a mí -protestó Po.
-No puedes alterar el orden de las cosas, Po -dijo el Viejo Árbol Sabio-. Eres un ratón. Ese altavoz que has construido para hacerte pasar por un gran monstruo y así protegerte nos está destruyendo a todos. Si los árboles y las plantas pudiéramos huir también lo habríamos hecho.
-
Entonces, ¿qué puedo hacer? -preguntó Po-. No quiero que sufráis. Sois lo único que tengo.
-Deja de rugir por el altavoz -dijo el Viejo Árbol Sabio-. Tal vez así consigamos que poco a poco vuelva a poblarse el bosque.
-Entonces, ¿qué será de mí? -preguntó Po.
-Eres un ratón anciano, Po -dijo el Viejo Árbol Sabio-. Hazte un hogar aquí, conmigo. Yo te ayudaré y te esconderé. No permitiré que nadie te haga daño.
Y así lo hicieron. Po no volvió a usar su altavoz y, poco a poco, el bosque recuperó la vida que tenía y volvió a convertirse en el lugar alegre y bello que siempre había sido.
Y Po puedo descansar sabiendo que había hecho algo bueno.