Había una vez un coche que era policía. No era un coche de policía, sino un coche policía. El propio coche era el policía. El día que el agente Montero lo descubrió casi le da un patatús. La cosa ocurrió de esta manera.
Un día estaba el agente Montero patrullando por las calles del barrio, como era habitual. De repente, alguien pasó corriendo delante de él y tuvo que dar un frenazo increíble. Pero, nada más frenar, el coche aceleró. Pero el agente Montero no había hecho nada. Sin embargo, como enseguida se dio cuenta de que había alguien huyendo con varios sacos en sus manos y gente gritando ¡al ladrón, al ladrón!, el agente Montero dejó de pensar en lo que había pasado y fue a por el fugitivo.
Cuando el agente Montero dejó al ladrón en prisión fue al coche, a ver qué había pasado. Estaba sentado, con la puerta abierta cuando, de repente, esta se cerró de golpe y el motor se puso en marcha.
-¡¿Qué diantres pasa aquí?! -exclamó el policía.
-Pero, ¿no oyes las sirenas? ¡Están robando en el banco local! Si no aceleras tú tendré que hacerlo yo.
-¿Quién habla? -preguntó el policía.
-No tenemos tiempo. Agárrate que nos vamos.
Y el coche salió embalado, acelerando a toda velocidad. El policía, que no salía de su asombro, bajó deprisa del coche, en cuanto se abrió la puerta, que ni eso tuvo que hacer. Como fue el primero en llegar fue él quien tuvo la oportunidad de capturar la ladrón, que ni se lo esperaba.
-¡Lo tenía todo calculado! -dijo el ladrón-. ¡Ningún coche de policía es capaz de ir tan rápido!
-Parece que no es tu día de suerte -se limitó a decir el agente Montero mientras metía al ladrón esposado en los asientos traseros del coche.
Tras su segunda visita a los calabozos para dejar a un maleante, el agente Montoro volvió a su coche y, creyéndose loco, dijo:
-A ver, quién eres y qué quieres de mí.
-¿Así es como vamos a empezar nuestra relación? ¿No deberías darme primero las gracias?
-Pero, ¿a quién?
-A mí, a tu coche. Soy el coche policía, único en mi especie.
-¿Espera? ¿Coche policía?
-Claro, soy autónomo. Soy un robot. Pero es muy importante que me guardes el secreto. Soy un prototipo, un arma secreta en pruebas.
-
Pero, ¿cómo no me lo había avisado nadie?
-Ya te lo estoy diciendo yo. ¿No te acabo de decir que esto es un proyecto secreto? Nadie puede enterarse.
-Me voy a volver loco.
-No, te vas a convertir en el mejor agente de policía de la ciudad gracias a mí.
-Eso no es justo. Me voy a llevar el mérito a costa tuya.
-No, será algo compartido, compañero. Yo no puedo hacerlo todo solo.
El agente Montero y el coche policía formaron la mejor pareja de policía que jamás se ha visto. Y, a pesar de que todas las medallas se las llevaba el agente Montero, nunca se olvidaba de dar las gracias a su compañero y de cuidarlo todo lo que podía. No porque lo necesitara para ser importante y famoso, sino porque se merecía todo su respeto y atenciones.