Había una vez una comunidad de gnomos que poseían todo lo que necesitaban. Tenían agua y alimentos variados en abundancia, unas casitas preciosas y muy cómodas en las que descansar y un bosque maravilloso lleno de flores y árboles.
Pero un día llegó una bruja malvada y, llena de enviada al ver a los gnomos tan felices, decidió molestarlas. Y les mandó una maldición que echó todo a perder. La comida se estropeó, el agua se ensució, los cultivos se echaron a perder y el bosque perdió su bonito color y empezó a secarse.
Lo que no sabía la bruja malvada es que los gnomos tenían un hada madrina que cuidaba de ellos: el hada de los limones.
Cuando el hada de los limones se enteró lo que ocurrido acudió a ayudar a sus amigos los gnomos. Durante días, el hada de los limones estudió aquella maldición. Hasta que dio con la solución al problema.
—Amigos, la bruja no ha maldecido los campos, los bosques o el agua —dijo el hada de los limones—. La maldición ha caído sobre vuestro ánimo. ¡Podéis acabar con la maldición vosotros mismos!
—¿Cómo vamos a hacerlo? —preguntaron los gnomos.
—Tenéis que confiar en que podéis salir adelante —dijo el hada de los limones.
—Es imposible, no queda nada —dijeron los gnomos.
—Habrá que buscarlo —dijo el hada de los limones. Y, con un chasquido de sus dedos, apareció un precioso limonero.
—¿Un limonero? —preguntaron los gnomos.
—Sí, bueno, es lo único que puedo crear que se libre de la maldición que recae sobre vosotros —dijo el hada de los limones.
—¿Qué pretendes? ¿Que nos alimentemos de limones? —preguntaron los gnomos.
—Es lo único con lo que os puedo ayudar —dijo el hada de los limones—. Dad vueltas alrededor del limonero y pensad.
Los gnomos siguieron el consejo del hada y empezaron a dar vueltas alrededor del limonero. Poco a poco se fueron dando cuenta de que, realmente, lo único que tenían era aquel árbol cargado de hermosos limones. Y, según el hada, esa era la solución a sus problemas.
El hada de los limones empezó a cantar:
—Si la vida te da limones, lará lará larada… Si la vida te da limones… lará lará larada
Los gnomos no entendía qué es lo que quería decir su hada madrina. Pero ella seguía con su canto:
—Si la vida te da limones, lará lará larada… Si la vida te da limones… lará lará larada
De pronto, un de los enanitos más pequeños gritó:
—¡Si la vida te da limones, haz limonada!
—¡Eso es! —exclamó el hada de los limones.
Con ánimos renovados, los gnomos empezaron a recolectar limones. Y, como era un árbol mágico, por cada limón que cogían salía otro.
Se los llevaron a sus casas y, entre todos, prepararon litros de limonada que llevaron a los pueblos vecinos. Allí vendían la limonada y, con lo que sacaron, pudieron comprar comida y agua potable.
Pronto la maldición desapareció y todo volvió a la normalidad. Salvo por el limonero, que sigue donde lo puso el hada de los limones, para recordar a todos los gnomos del lugar que en la vida hay que saber aprovechar lo que se tiene para salir adelante.