Andrea está sola en el espacio, a bordo de una nave espacial cuya misión es encontrar otros seres vivo en el universo. Lleva muchos años en su nave. Pronto podrá volver a casa, y no quiere hacerlo sin llevar alguna novedad.
Un día, un pequeño asteroide golpeó la nave. Mientras Andrea reparaba su nave desde el exterior vio algo muy curioso. En principio le pareció una roca enorme, pero al fijarse mejor bien que era un mini planeta. Volvió al interior de la nave y apuntó con el telescopio al planeta recién descubierto. Lo más curioso es que habían unas extrañas hojas verdes que paseaban por él.
El planeta era tan pequeño que Ana duda de poder aterrizar la nave, así que salió en un pequeña cápsula tripulada a investigar. Cuando llegó al planeta no podía creer lo que veía. Aquellas plantas eran acelgas. Pero no se agarraban a la tierra como las acelgas del planeta Tierra, sino que tenían unas raíces móviles con las que se desplazaban. Eran unas auténticas acelgas mutantes.
Andrea intentó coger una de esas plantas de acelgas. Siempre las había aborrecido de pequeña. Pero en ese momento, tras años de no probar la verduras fresca, nada se le hacía más apetitoso que eso. Pero las acelgas no se dejaron coger.
Andrea corrió detrás de unas y otras, pero no hubo manera. Al final se sentó y empezó a llorar.
-Años buscando vida y lo único que encuentro son unas plantas qué son más difíciles de cazar de un boquerón solitario en altamar.
-No llores, que no queríamos hacerte sufrir -dijo una acelga-. Pero tampoco queremos que nos comas. Seguro que tú tampoco quieres que te comamos a ti.
-¡Vaya! Sois acelgas mutantes e inteligentes -dijo Andre-. ¡No me digáis que también sois carnívoras!
-
Era una forma de hablar -dijo la acelga-. Si quieres te doy una de mis hojas. Se va a secar igual dentro de poco.
-No quiero que sufras -dijo Andrea.
-Así no sufro, pero si me levantas del suelo y me partes todos los tallos sí -dijo la acelga-. Toma, mira qué rica estoy.
Andrea comió hasta que se sació y se despidió de sus nuevas amigas. Cuando volvió a la Tierra Andre no contó lo que había descubierto. No quería que nadie fuera a hacer daño a sus nuevas amigas. Eso sí, desde entonces come muchas más acelgas, porque ha descubierto que, mutantes o no, están deliciosas.