Había una vez un pozo negro que concedía deseos. Pero para pedirlos había que meterse dentro y esperar tres días. Solo entonces el que se atreviera a bajar al pozo negro podía pedir el deseo que quisiera.
El pozo negro solo permitía pedir un deseo. Pero para pedirlo había que cumplir tres condiciones: la primera, era pedir lo que más se deseara; la segunda, no contar a nadie lo ocurrido; y la tercera, no volver jamás a aquel lugar a pedir un deseo.
Muchos habían bajado al pozo negro a pedir su deseo. Unos bajaban a pedir oro, otros a pedir tierras. Algunos querían que el pozo negro les ayudara a encontrar el amor. También los había que bajaban en busca de fama, belleza o éxito.
Sin embargo, a pesar de todo, todos los que entraban en el pozo negro lo hacían convencidos de lo que más deseaban en el mundo, al final salían igual que entraban.
Con el paso de los años la gente dejó de bajar al pozo negro, ya que parecía imposible conseguir nada de él. Al final el pozo negro quedó oculto entre la vegetación y quedó en el olvido.
Muchos siglos después el pozo negro apareció de nuevo mientras el rey paseaba por aquel lugar, donde quería construir su nuevo palacio.
Mientras lo miraba curioso, el rey descubrió una inscripción en la que decía: SOY EL pozo negro DE LOS DESEOS.
—Esto tengo que investigarlo —dijo el rey. Él mismo fue a los pueblos vecinos a preguntar. Investigando en libros viejos encontró la historia del pozo negro, cómo pedir el deseo y algunos archivos en los que se decía que nadie jamás había conseguido lo que bajaba a pedir.
—¿Por qué habrá pasado esto? —se preguntó el rey.
El rey decidió probar y mandó a su capataz que bajara al pozo negro a pedir lo que quisiera. El capataz se puso muy contento, pues veía la oportunidad de conseguir su gran sueño. Cuando el capataz volvió después de tres días en las mismas condiciones que había entrado y sin contar nada, el rey se quedó pensativo.
Durante días estuvo observando al capataz. Tal vez hubiera pedido algo que no se viera a simple vista, o que el pozo negro le hubiera pedido que lo ocultara. Pero tras días de observación, el rey llegó a la conclusión de que el capataz, efectivamente, había vuelto del pozo negro sin conseguir aquello que iba a pedir.
Pero el rey no se rindió. Tras pensarlo un poco, mandó a otros bajar al pozo negro, pero a todos les pasaba lo mismo. Tras tres días de espera volvían igual que habían entrado.
Después de varias semanas pensando, el rey o decidió bajar él mismo al pozo negro de los deseos, con la única intención de saber qué pasaba allí dentro. Así que se preparó y, con la intención de descubrir el secreto, se metió en el pozo negro.
El rey bajó al pozo negro usando unas pequeñas escaleras que había en la pared. Una vez allí, le habló al pozo negro.
—¡Estoy aquí, amigo!
Pero el pozo negro no respondió. Así que el rey se quedó allí abajo. El agua, que al principio le llegaba solo a los tobillos, empezó a subir hasta cubrirle justo por encima de los hombros. Estaba muy fría.
Después de un par de horas así, el rey pensó que ya estaba bien de tonterías y decidió irse. Pero las escaleras había desaparecido. Solo quedaba una que le servía de apoyo.
Después llegó la sed. Para su alegría, el agua del pozo negro estaba buena. Pero luego llegó el hambre. Y después, el miedo: miedo a no poder salir nunca de allí; miedo a que alguna criatura surgiera en el agua; miedo a que el agua subiera demasiado.
El rey ya había perdido la cuenta de cuanto tiempo llevaba allí cuando escuchó una voz:
—Dime, rey, ¿qué es lo que más deseas en el mundo? Recuerda que solo puedo concederte un deseo.
El rey, sin pensárselo dos veces, contestó:
—¡Deseo salir de aquí! ¡Solo quiero volver a mi vida de antes!
El pozo negro contestó:
—Deseo concedido.
Y las escaleras del pozo negro volvieron a aparecer. El rey ya había empezado a subir por ellas cuando el pozo negro le preguntó:
— Antes de irte, dime, qué viniste a buscar.
—Pensé que solo concedías un deseo —dijo el rey.
—¿Cómo es eso? —preguntó el pozo negro.
El rey dejó de subir las escaleras y contestó:
—Solo deseaba conocer tu secreto.
El pozo negro se rio y dijo:
— Parece entonces que será la primera vez en la historia en la que concederé dos deseos. Porque a todos les preguntó que es lo que bajaron a pedir. Y a todos les digo lo mismo. Todos, al igual que tú, se lanzaron sin pensar en busca de su sueño. Pero tras días de penuria, su único anhelo fue salir de aquí y recuperar su vida, igual que te ha pasado a ti. Cegados por el deseo os lanzasteis al pozo negro sin pensar antes cómo salir de él ni cómo sobrevivir dentro, sabiendo como sabíais que estarías tres días aquí.
El rey se quedó pensativo. Tras unos instantes, dijo:
—¡Qué razón tienes, amigo! Gracias por el consejo.
El pozo negro dijo entonces:
—Espero que te sea de utilidad. Y, recuerda, no has de contarle esto a nadie. Simplemente, ponlo en práctica.
Cuando finalmente el rey salió del pozo negro había mucha gente esperando. Le llevaron comida, bebida y ropa seca. Nadie le preguntó, pues muchos ya sabían lo que había pasado. Y todos lo habían puesto ya en práctica.