El perro Tim lo escuchó perfectamente,. Sus dueños hablaban de hacer un viaje este verano y lo peor de todo… querían que el también fuera con ellos. Tim pensó que se quedaría con la mamá de su dueña, como todos los años, pero al parecer pensaban hacerle viajar un buen rato en coche. Pasar un mes fuera todos juntos... ¡Qué miedo!
Al día siguiente Tim comprobó que todo estaba organizándose porque su dueña Rosa le dijo:
-No es responsable que nos vayamos de viaje sin asegurar que estás muy bien de salud, cariño. Así que, perrito, sé que no te gusta, pero te vas a tener que venir conmigo al veterinario.
Tim no sabía cómo reaccionar. Siempre que le ponían la correa roja saltaba de gusto, pues eso significaba que iban a la calle, pero esta vez iría al médico y eso no le parecía tan apetecible. En el veterinario la chica de los ojos grandes, como la llamaba Tim, le miró por todos los lados, intentó que estuviera atento y parece que lo hizo bien, porque le dieron al acabar una galleta que estaba buenísima. Cuando salieron de allí su dueña estaba contenta. Tim le dio un par de lametazos en la mano. Le gusta hacer las cosas bien.
Cuando llegaron a casa su dueña le dijo:
-¡Ay, mi perrito! ¡Qué te vienes de viaje con nosotros! Para que no te aburras te voy a preparar una pequeña mochila con tus juguetes favoritos. Tengo que fijarme con qué cosas juegas estos días para llevarlo y que no se me olvide.
Tim entendió el mensaje perfectamente y no quiso perder la oportunidad de poder llevar todos sus cachivaches para jugar con alguien. Y si era un niño o niña, mejor. Corrió por el salón persiguiendo su hueso favorito, su esponja con forma de chuleta, su palo de madera y otras cosas más. Su dueña, que lo conocía mejor que nadie, metió al día siguiente todo eso en una bolsa junto a su cesta para dormir. ¡Qué buena era Rosa con él! Tim estaba muy contento de su ama.
Al día siguiente todo parecía estar listo para el gran viaje. De lo único que tenía miedo Tim a estas alturas era de aguantar todo el rato en el asiento. Ni siquiera entendía como lo podían aguantar los humanos. Sin embargo, Rosa lo tenía todo previsto, y cada vez que pasaban unas cuantas horas hacían una parada. Tim hacía sus necesidades, le ponían su pequeño balde de agua, caminaba un poco y estiraba sus patitas.
-¡Qué bien que Rosa no me deje solo en el coche, lo pasaría muy mal con este calor! -pensaba Tim.
Tras un par de paradas más llegaron a su destino, a Tim tardaron en soltarlo porque tenían muchas cosas que bajar del coche. Pero en cuanto Rosa lo hizo, no pudo parar de correr de felicidad. Felicidad por haber acabado ya el viaje y por estar libre en una zona con tanto jardín. Era muy bonito, se iba a divertir un montón sin estar en un apartamento todo el día. Tim estaba feliz.
Cuando pasaron unas horas fue donde Rosa le puso la comida y se sintió muy seguro, casi parecía que estaba en casa.
-Me portaré muy bien- pensó Tim-. Así Rosa me llevará siempre de viaje.
Y así fue a partir de ese día. Tim se ponía muy contento cada vez que llegaba el verano y su dueña lo llevaba con ella en vez de dejarlo solo o con otras personas.