Enanito Marimandón se pasa el día diciéndole a todo el mundo lo que tenía que hacer. Y todo el mundo obedecía, porque era la única forma de que Enanito Marimandón se callara.
Enanito Marimandón organizaba su casa, la casa de los vecinos, la asamblea de la aldea, la escuela y todo lo que se pudiera organizar.
Durante un tiempo todo fue más o menos bien, porque todo funcionaba a la perfección. Hasta que un día, a lo lejos, se vió venir una gran tormenta.
-¡Todos al refugio subterráneo! -gritó Enanito Marimandón.
Todos los habitantes de la aldea se metieron en los refugios que se habían construidos semanas antes.
-¡Qué buena idea tuviste, Enanito Marimandón! ¡Qué bien que insististe en hacer este refufio! -dijo el jefe de la asamblea.
Pero al acabar la tormenta la salida estaba atascada.
-Salgamos por la salida de emergencia - dijo Enanito Marimandón.
-¡Qué buena idea tuviste, Enanito Marimandón! ¡Qué bien que insististe en hacer otra salida, a varios kilómetros, por si la principal quedaba atascada! -dijo el director de la escuela.
Cuando todos salieron descubrieron que toda la aldea había quedado arrasada por la tormenta. No quedaba ni una sola casa en pie.
-¡A trabajar! - dijo Enanito Marimandón. Y empezó a organizar a todo el mundo. Pero de tanto mandar, Enanito Marimandón se quedó sin voz.
-¿Qué haremos ahora? -se lamentaban todos.
Pero Enanito Marimandón no se quedó quieto. Cogió una pizarra y una tiza y empezó a escribir las órdenes. Y toda la gente se puso a trabajar de nuevo.
C
uando todo esto pasó, Enanito Marimandón decidió no volver a dar órdenes a nadie. Porque lo único que había conseguido con tanto mandar es que todos descargaran en él la responsabilidad de organizarlo todo, y eso era un peso muy grande con el que cargar.
Y para no caer en la tentación de seguir mandando, Enanito Marimandón se fue de vacaciones.
Todos en la aldea se quedaron desolados. En realidad, no sabían qué hacer sin Enanito Marimandón. Pero pronto empezaron a pensar por sí mismos y decidieron reunirse para organizarse de nuevo. Descubrieron que habían aprendido mucho de Enanito Marimandón. Solo les faltaba la oportunidad de ponerlo en práctica por ellos mismos.