La desaparición de Roque
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La desaparición de Roque

Edades:
A partir de 6 años
Valores:
La desaparición de Roque En una gran ciudad de torres altas y largas carreteras vivía una familia muy peculiar. Eran dos adultos y tres niños de personalidades muy diferentes entre sí. El más pequeño de los tres, Roque, tenía 600 años y en realidad era un fantasma muy goloso que se dedicaba a asaltar pastelerías por las noches. Loreto era la hija mayor, una adolescente vampiresa de doce siglos de edad y gran amante de la música clásica. Se pasaba los días escuchando a Vivaldi y a Beethoven. La hermana del medio era Cactus, una niña lobo de nueve siglos que era superdotada y fan de las plantas y las flores. A esta gran familia se sumaban dos mascotas. Un búho llamado Lupo y una comadreja que se hacía llamar Melisa.

Un día de otoño tenían previsto reunirse con unos familiares que habían venido de muy lejos para asistir a una fiesta de Halloween. La familia se montó en su furgoneta. Roque con una gran magdalena de plátano en la mochila, Loreto con su iPod y su música clásica y Cactus con su enciclopedia de plantas exóticas.

Todos los vecinos esperaban ansiosos la fiesta de Halloween. Era una noche que grandes y pequeños disfrutaban mucho. La fiesta se celebraba en un recinto cerrado. Al fondo del todo había un pantano al que los padres de los tres niños les habían prohibido ir, pero sin dar más explicaciones. A Roque no le parecía suficiente razón y necesitaba saber qué había allí. Otro niño, para picarle, le dijo que allí había niños y familias muy distintos a ellos, completamente humanos y mortales y no con varios siglos de edad a sus espaldas. Alarmado por lo que acababa de escuchar, Roque emprendió el camino hacia el lago con tanta prisa que hasta se olvidó su magdalena en el suelo. Eso fue lo que sirvió para dar la voz de alarma. El hermano de Roque encontró la magdalena. A quien no encontró fue a su hermano.

La desaparición de RoquePasaron los días y los meses y empezaron a pasar cosas raras que dieron a los padres de Roque pistas acerca de dónde podría estar su hijo. La primera fue un intenso olor a bizcocho que provenía desde el otro lado del lago. La segunda, una gran cesta de magdalenas que apareció un día en el felpudo de casa. Siguieron el rastro hasta que se encontraron con una gran sorpresa. Roque se había quedado a vivir allí, al otro lado del lago, y era un reconocido pastelero, lo que siempre había soñado.
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