A Belén le encantaba la Navidad, con sus luces, su música, la alegría en las calles y la gente queriendo hacer cosas bonitas, reuniéndose y recordándose con regalos y fiestas, expresando deseos de paz y felicidad y todas esas cosas.
Belén pensaba que era un pena que eso pasara tan rápido, así que se le ocurrió una idea. Cuando sus padres le preguntaron a la niña qué quería para su cumpleñaos, que era a principios de junio, Belén respondió:
-Quiero una fiesta de Navidad, con espíritu navideño incluido.
Los padres de Belén se quedaron atónitos.
-Hija, la Navidad es en Diciembre. ¿Cómo vamos a hacer una fiesta navideña en plena primavera? -dijo su madre
-¿Por qué no? -dijo Belén-. No hace falta que nadie nos diga cuándo tenemos que reunirnos con la gente que hace tiempo que no vemos, ni cuándo expresar buenos deseos hacia los demás. ¿Qué pasa, que desear la paz y la armonía es solo una cosa que se dice porque toca? Yo quiero que esté toda la gente en mi cumpleaños, que todos tengan regalos y que todos estemos felices por vernos otra vez.
-¿Quieres árbol decorado y todas esas cosas? -preguntó su padre.
-No estaría mal, pero en vez de poner motivos invernales podríamos colgar cosas más florares, que no deja de ser primavera -respondió Belén.
-También querrás villancicos, ¿verdad? -preguntó mamá.
-
Por supuesto -respondió Belén-, aunque las canciones que hablan del Año Nuevo mejor las dejamos para diciembre, ya sabes.
-¿Ponemos el Nacimiento también? -preguntó papá.
-¡Por supuesto! -exclamó Belén.
Mamá se quedó pensando y mirando a su hija fijamente. Luego dijo:
-Al menos esta vez no nos obligarás a ponerle una mantita al Niño Jesús para que no pase frío, ¿verdad?
-¡Jajaja! -rió Belén-. Lo mismo lo que tenemos que hacer es ponerle un ventilador para que se refresque.