En lo alto de una colina que se alza en un jardín encantado, rodeado por altos muros y protegida por poderosas fuerzas, está la fuente de la suerte. En la noche de San Juan cuando, se oculta el sol, es el único momento donde aquella persona que se bañe dentro de ella podrá tener buena suerte el resto de sus días.
Era un día muy importante en los pueblos que rodeaban el castillo, pues todos los campesinos rodeaban los muros para tener la oportunidad de pasar hasta el jardín. Y no solo los campesinos, sino también muchos nobles con grandes riquezas, pues ellos decían que no tenía nada que ver tener dinero con tener buena suerte.
La gente se contaban historias entre ellos, unos hablaban de cómo todos sus caballos se habían puesto enfermos en tan solo un año, otros decían que todos sus árboles se acababan secando, otros que habían caído tantas veces por las calles que tenían miedo de salir de casa, y así sucesivamente. Todos sentían necesitar con ellos a la estrella de la buena suerte acompañándoles.
Alrededor del muro la gente también hablaba de un tema en común, porque todos los años el vecino de la casa verde no acudía a la llamada de la suerte. ¿Será que todo le sale bien?, decían algunos. Otros pensaban que el hombre que existía dentro solo pensaba en sus animales y su hijo y ni se acordaba de cuándo era la noche de San Juan para acudir al castillo. Otros comentaban entre ellos que el hombre de la casa verde vivía con pocas cosa, por lo que igual ni siquiera pensaba que podía necesitar un poco de suerte en algún momento.
Como a la cola también acudían los niños antes de que se escondiera el sol, dos de ellos, que eran hermanos, Luis y Lorenzo, echaron a correr decididos a llamar a la puerta de la casa verde e invitar al hombre y a su hijo a que fueran con ellos a luchar por conseguir entrar en la fuente de la suerte.
Cuando se pusieron delante de la puerta tocaron una vez pero la campana que había sujeta en la entrada sonó tres veces: Tin, Tin, Tin
Al momento la puerta se abrió y un hombre sonriente les saludó y les invitó a pasar. Ellos dijeron que no podían porque estaba oscureciendo que solo querían decirle que se estaba celebrando la noche de San Juan y que la gente estaba reunida para poder entrar en la fuente, que daría suerte al primero que entrara para siempre. Una vez que acabaron de hablar el hombre les contesto:
-Mirad chicos, yo ya sé qué existe esa fuente, pero como todos los años hasta ahora cuando ha llegado San Juan mi hijo y yo hemos estado sanos, hemos tenido la casa y nuestras comidas favoritas he pensado que ya tenemos mucha suerte.
Los dos niños se miraron entre ellos ante la explicación, se despidieron y cuando regresaron donde estaba toda la gente, las personas quedaron en silencio ante lo que les había dicho el hombre de la casa verde. Muchos de ellos decidieron irse a su casa antes de que se abriera la puerta del castillo, porque creían que el hombre tenía razón y ya eran suficientemente felices.