—¡Mamá, mamá, mira lo que ha aparecido en el patio! —exclamó Brenda, muy emocionada.
—¿Qué es eso? —pregunto mamá.
—Parece un bicho azul-dijo Brenda.
—¿Un qué? —preguntó mamá.
—¡Un bicho! —gritó Brenda.
—¿Cómo que un bicho azul? —preguntó el supuesto bicho azul.
—¡Ah! —gritó la niña, soltando aquel ser.
—¡Ay! ¡Cuidado! —dijo el ser azul.
—¿Qué eres? —preguntó Brenda.
—¡Habla más alto, que no te oigo! —dijo el ser azul.
Brenda cogió aire y gritó con todas sus fuerzas:
—¿Qué eres? ¿Estás sordo o qué?
El ser azul se asustó un poco con aquellos gritos. Cuando se repuso, dijo:
—¡No hace falta que grites tanto! Vengo del planeta Júpiter y sí, estoy un poco sordo. Me llaman Trompetillas, por las orejas, ya sabes.
Trompetillas era un pequeño alienígena de color azul pálido con manchas anaranjadas en la cara y en la barriga, con dos curiosas trompetillas en vez de orejas.
—¿De Júpiter? —dijo Brenda, hablando alto, pero sin gritar.
—Sí, soy un joviano —dijo Trompetillas—. Así nos llamamos los habitantes de Júpiter.
—No entiendo por qué estás medio sordo, con esas orejas tan grandes que tienes —dijo Brenda.
—¡Eh, sin ofender! —dijo Trompetillas—. Si no fuera por estas orejas no oiría absolutamente nada.
—Perdona, no era mi intención —dijo Brenda—. ¿Qué haces aquí?
—Me caí y aparecí en tu patio —dijo Trompetillas.
—¿Te caíste de tu planeta? —dijo Brenda.
—¡No! —dijo Trompetillas—. Me caí de la nave. No oí la alarma y algo me golpeó. Se rompió la nave y me caí.
—¿Te has hecho daño? —preguntó Brenda—. Puedo curarte.
—No me he hecho daño, pero tengo mucha hambre —dijo Trompetillas.
B
renda cogió a Trompetillas y lo metió dentro de casa. Se lo presentó a su madre y, como si fuera lo más normal del mundo encontrar un alienígena en el patio, le dieron de comer y le prepararon el cuarto de invitados para que descansara y pasara unos días con la familia.
Brenda ayudó a Trompetillas a preparar una nueva nave para que pudiera volver a casa y cuando estuvo lista, el joviano de las orejas de trompeta se marchó.
—¡Vuelve cuando quieras! —gritó Brenda.
Pero Trompetillas ya estaba muy lejos y no pudo oírla. Aunque sabía bien lo que había dicho la niña porque, aunque Trompetillas oía poco, lo que sí sabía hacer era leer los labios. Pero eso no se lo contó nunca a nadie, porque de vez en cuando puede ser muy útil hacerse el sordo.