Se acercaba el día de Navidad. Papá Noel estaba muy nervioso con los preparativos de la Nochebuena. Aunque los primeros sacos de juguetes ya estaban cargados en el trineo todavía quedaba mucho trabajo por hacer.
-Vamos, vamos, duendecillos, que ya falta poco -animaba Papá Noel-. ¿Qué pasa este año, que parece que falta el ánimo?
-Papá Noel, faltan muchos duendes -dijo uno de los duendes-. Están enfermos, con gripe.
Papá Noel no podía creer lo que oía.
-¿Por qué no me lo habéis dicho antes? -preguntó Papá Noel.
-No queríamos preocuparte -dijo el duende.
-Iré a ver -dijo Papá Noel.
Papá Noel fue a visitar a sus amigos duendes.
-Esto es peor de lo que imaginaba -dijo Papá Noel.
Había al menos treinta duendes enfermos con fiebre. A unos les dolía la garganta y tosían, otros no paraban de estornudar y otros no podían apenas comer de lo malitos que estaban.
-¿Por qué no hay nadie aquí cuidando a los enfermos? -preguntó Papá Noel.
-Había mucho trabajo -dijo uno de los duendes.
-A esto le pongo yo remedio ahora mismo -dijo Papá Noel.
Papá Noel se pasó dos días enteros cuidando de sus amigos enfermos, preparando ricos zumos de naranja, haciendo deliciosas sopas calentitas, dándoles las medicinas a su hora, aireando la habitación y ayudándoles con el aseo.
-Gracias Papá Noel, ya estamos curados -dijo uno de los duendes-. Ahora ya podemos volver al trabajo.
-Justo a tiempo -dijo Papá Noel-. Solo quedan dos días para ….¡achús! para…. ¡achús! para… ¡achús! ¡achús! ¡achuuuuús!
-¡Oh, no! Papá Noel está enfermo -dijeron los duendes.
-¿Qué vamos a hacer ahora? Todavía no está el trineo cargado y falta mucho por terminar -dijo el duende más anciano
-Organicémonos -dijo Rodolfo, el reno, que había estado dirigiendo la carga de juguetes mientras Papá Noel cuidaba a los enfermos.
-¿Y si no se cura a tiempo? -preguntaron varios duendes.
-No os preocupéis -dijo Rodolfo-. Tres duendes cuidarán día y noche de Papá Noel. El resto os ocuparéis de terminar el trabajo. Si Papá Noel no se recupera a tiempo tendréis que venir conmigo a repartir juguetes.
-Pero, ¿si tú no sabes qué hay que entregar ni dónde? -preguntó un duende.
-¿Por quién me tomas? -dijo Rodolfo-. Llevo siglos haciendo esto. Sé perfectamente dónde ir y qué hay que entregar. Lo único que no puedo hacer es la entrega. De eso os encargaréis vosotros.
-
Vamos, duendecillos, poneos a trabajar. Lo importante es tener todo a tiempo -dijo Papá Noel-. Yo me portaré bien para curarme pronto. Con un poco de suerte estaré recuperado a tiempo.
Pero cuando llegó el momento de subirse al trineo para empezar a repartir regalos Papá Noel tenía aún mucha fiebre.
-Tranquilo, Papá Noel, los duendecillos lo harán bien -le dijo Rodolfo-. Vamos, chicos, es hora de entregar los juguetes.
Los duendecillos hicieron un trabajo fantástico. Ese año nadie se dio cuenta de que Papá Noel no había estado, porque sus amigos habían hecho un trabajo fabuloso.
Si alguna Navidad descubres que no es Papá Noel quien deja un regalo en Nochebuena no te preocupes. Puede ser que esté enfermo y haya enviado a alguien a hacer su trabajo. Porque la Navidad no sería igual si no hubiera gente dispuesta a ayudar a los demás.