La leyenda del hombre estatua
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La leyenda del hombre estatua

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La leyenda del hombre estatua Había una vez un hombre que se ganaba la vida haciendo de estatua por la calle. Así, el hombre estatua iba de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo haciendo su número a cambio de unas monedas.

El hombre estatua se vestía y maquillaba como si fuera de piedra y se quedaba quieto. Cuando alguien dejaba una moneda en el sombrero que dejaba a sus pies, el hombre estatua se movía como si fuera un robot y le daba las gracias.

Se decía que el hombre estatua traía buena suerte, por lo que muchos le daban monedas, pensando que así la suerte les sonreiría. Llevase o no la buena suerte, el caso es que su llegada era motivo de alegría allá por dónde pasaba, y tras él quedaba una estela de felicidad que duraba semanas.

Pero un día el hombre estatua llegó a un pueblo habitado por unos vecinos a los que no le gustaban nada los artistas ambulantes, ni mucho menos las fábulas sobre la buena suerte.

Uno de los vecinos decidió que quería ver cómo reaccionaba el hombre estatua si alguien se metía con él.

-Vamos a tentar a esa buena suerte de la que habla todo el mundo -pensó, burlón.

Y empezó a lanzarle bolitas de papel, primero pequeñas, luego más grandes. Esto divirtió mucho a los que lo vieron, que decidieron hacer lo mismo.

El hombre estatua no se movió de su lugar. En cambio, una lágrima le caía cada vez que una bola de papel o cualquier otra cosa impactaba contra él. Y así se quedó hasta que todo el mundo se marchó y él pudo bajar de su pedestal para salir, a pie, de aquel pueblo. Sus lágrimas, que habían quedado en sus ropas, fueron cayendo al suelo a lo largo del camino.

Cuentan que, al día siguiente, las zonas donde habían caído las lágrimas del hombre estatua habían aparecido abrasadas, inertes o quebradas. Así pudieron seguir el rastro del hombre estatua hasta un pueblo cercano, donde le recibieron con gran júbilo.

Muy apesadumbrados, semanas después, los vecinos del pueblo que vio llorar al hombre estatua formaron una patrulla para buscar para invitarlo a su pueblo, porque el daño que habían causado sus lágrimas se había extendido y solo había lodo, piedras y maleza donde antes había hermosos jardines, prósperos huertos y cuidadas calles adoquinadas. Pero, ¿cómo saber dónde había ido el hombre estatua?

-Sigan ustedes las flores amarillas -les dijo un anciano que paseaba por los caminos que se percató de lo que buscaba aquel grupo de hombres.

-¿Cómo dice usted? -preguntaron.

-Por cada moneda que recibe el hombre estatua crece una docena de florecillas amarillas en el camino -dijo el anciano.

ALa leyenda del hombre estatuaunque incrédulos, los hombres decidieron seguir el consejo del anciano. Y así dieron con el hombre estatua. Pero durante horas no consiguieron hablar con él, pues este no se movía hasta que estaba completamente solo.

Entonces, uno de ellos decidió echarle una moneda. El hombre estatua se movió y le dedicó una sonrisa y una reverencia. Uno a uno, todos los demás hombres le fueron echando monedas en el sombrero. Para su sorpresa, varias flores amarillas brotaron a su alrededor, entre las grietas de los adoquines.

Así fue como los hombres comprendieron que no necesitaban que el hombre estatua regresara a su pueblo. Con energía renovada y una alegría y una paz que no habían experimentado, la patrulla regresó al pueblo para contar la historia. Admirados, todos sintieron gran pena y arrepentimiento por lo que habían hecho.

A la mañana siguiente, todo amaneció como antes de la llegada del hombre estatua. Años después volvió a pasar por allí el hombre estatua, al que recibieron con gran alegría y festejo. Y cuando se fue dejó una estela de flores amarillas como nunca antes, y una alegría y una paz que nunca más desapareció del pueblo.
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