La misteriosa enfermedad del elefante Pachón
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La misteriosa enfermedad del elefante Pachón

Edades:
A partir de 6 años
Valores:
La misteriosa enfermedad del elefante Pachón Durante años, el elefante Pachón había sido el animal más importante del circo. Todos admiraban su gran tamaño y su estilo al caminar. Todos admiraban al elefante Pachón y le llenaban de premios y regalos.

Poco a poco, el elefante Pachón se fue aislando de sus compañeros de circo, que no eran tan populares ni admirados. Tanto los ignoró que dejó de hablarles. Ni siquiera les miraba.

Eran tantos los que le adulaban que el elefante Pachón no se dio cuenta que se estaba quedando sin amigos.

Pero un día el elefante Pachón se puso muy enfermo. Apenas podía moverse y su piel se puso de un color muy feo. La gente empezó a decir que tenía una enfermedad contagiosa y todos los que antes le adulaban empezaron a insultarle y a tirarle cosas para que se alejara.

El elefante Pachón tuvo que quedarse resguardado en el remolque que le servía de casa mientras se le pasaba la enfermedad. Muchos fueron los veterinarios que le visitaron, pero ninguno supo dar con la enfermedad del famoso elefante.

Solo los veterinarios visitaban al elefante Pachón. Y los días pasaban y el elefante, lejos de mejorar, empeoraba. Y como casi nadie se ocupaba de él, podían pasar días sin que probara bocado.

-Si el elefante Pachón no se recupera de esa misteriosa enfermedad habrá que llevarlo donde no le vea nadie, no vaya a ser que contagie a los demás -oyó decir el elefante Pachón a los veterinarios.

Esto entristeció mucho al elefante Pachón. Desde entonces, empeoró más, porque se pasaba el día llorando.

Un día se coló en la casa del elefante un pequeño ratoncito cargado con un cuenco de sopa y una cucharita.

-Te traigo un remedio que no falla -dijo el ratoncito.

-Eso no es más que sopa -dijo el elefante Pachón.

-Te equivocas, gran amigo -dijo el ratoncito-. Prueba un poco y verás.

El ratoncito le dio al elefante la sopa a cucharadas, porque el pobre estaba tan débil que apenas podía moverse.

Cuando el elefante terminó la sopa, dijo al ratoncito:

-Gracias, pequeño amigo, pero creo que tu sopa no me ha hecho nada.

-Eso ya lo veremos -dijo el rantoncito-. Volveré mañana.

Al día siguiente, cuando el ratoncito llegó a visitar al elefante, se lo encontró levantando tarareando una vieja cancioncilla.

-¿Qué tal te encuentras, gran amigo? -preguntó el ratoncito.

-Todavía me duele todo el cuerpo -respondió el elefante.

-Un poquito más de esta sopa te sentará bien -dijo el ratoncito, mientras le acercaba la cuchara a la boca.

Al cabo de una semana, gracias a la sopa del ratoncito, el elefante Pachón se sintió con fuerzas de salir de su casa y dar un paseo.

-Mirad, es el elefante Pachón. ¡Qué bien se le ve de nuevo! -decía la gente.

Pero el elefante Pachón no les hacía caso. En su lugar, se fue a ver a sus compañeros del circo. Pero estos no le hicieron apenas caso.

-Ya puedes ir a contentar a tus fans -dijo el tigre-. Desde que saben que has vuelto ya no quieren saber nada de ninguno de nosotros.

El elefante Pachón volvió a su casa, muy triste. Pero allí estaba el ratoncito con su sopa.

-Toma tu sopa y cuéntame qué ha pasado -dijo el ratoncito.

El elefante le contó lo ocurrido al ratón.

-La misteriosa enfermedad del elefante PachónPídeles perdón y demuéstrales que ellos te importan -dijo el ratón.

El elefante, dudando si daría resultado, hizo lo que le sugirió el ratón. ¡Y funcionó!

Desde entonces, cada vez que el elefante Pachón se siente un poco mal aparece el ratoncito con su sopa, que le sienta fenomenal, porque mejora enseguida.

Un día, el elefante quiso saber qué le pasaba y qué tenía la sopa que todo lo curaba. Así que le preguntó al ratón.

-A ti lo que te pasa es que la tristeza te sienta mal -le dijo el ratón-. La sopa no tiene nada, lo que te cura es el cariño y la compañía.

-Entiendo que no me quieras decir el ingrediente secreto y que me mientas para que me sienta mejor -dijo el elefante-. Te agradezco tanto que me cuides que te perdono la mentirijilla.

Pero el ratoncito no mentía. Lo que pasa es que a algunos animales, igual que a algunas personas, les cuesta reconocer que necesitan amigos de verdad. Pero en eso consiste la amistad, en ayudar a los que quieres cuando más lo necesitan, aunque sea disfrazando la compañía y el cariño con un buen plato de sopa.
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