Había una vez un cole lleno de niños y niñas muy juguetones. La clase de los pequeños estaba llena de cosas divertidas: muñecos, pelotas, bloques, libros, pinturas y muchas cosas más. Todos los niños jugaban, cantaban y reían alegres.
Un día llegó al cole una niña nueva. Se llamaba Adela. Adela sonreía mucho, pero no hablaba nada. Nada de nada.
Los demás niños miraban a Adela con curiosidad. Hablar no hablaba nada, pero hacía unas cosas raras con las manos. Lo más raro de todo es que la mamá de Adela, cuando dejaba a la niña en el cole, le hacía también cosas muy raras con las manos.
Anita se acercó a Adela por la espalda y le dijo:
-¡Hola!
Pero Adela no respondió. Anita se fue llorando porque la niña nueva no le hacía caso.
Adela se dio la vuelta y vio a Anita llorar. A Adela no le gustó ver a la niña llorar y fue a estar con ella.
-¡Quita, tonta! -le gritó Anita-. Y deja de hacer cosas raras con las manos.
Adela se puso a llorar y se escondió en un rincón.
Poco después, la maestra llamó a todos los niños para hacer un juego.
-¿Dónde está Adela? -preguntó la maestra.
Todos los niños señalaron al lugar donde se había escondido la niña.
-Esa tonta no se entera de nada -dijo Anita.
-Anita, no digas esas cosas -dijo la maestra-. Adela no oye, ni tampoco sabe hablar. Es sordomuda. Su manera de comunicarse es a través de gestos con las manos. A eso vamos a jugar hoy.
A
nita se sintió muy mal por haberse metido con Adela.
-Anita, veta a buscarla -dijo la maestra-. Tócale el hombro y, cuando se gire, sonríes y le haces un gesto con las manos para que te acompañe.
Anita hizo lo que le pidió la maestra. Adela se puso muy contenta y fue con Anita de la mano.
-¿Podríamos aprender a hablar con Adela con las manos? -preguntó Anita.
-Por supuesto -dijo la maestra-. Todos juntos vamos a aprender el lenguaje de signos, que es como se llama eso que Adela hace con las manos.