A Nico le encantaba ser creativo. Le chiflaba dar vueltas a la cabeza hasta dar con algún invento novedoso y que no se le hubiera ocurrido a nadie antes. A los 4 años había ideado un boli con cepillo de dientes incorporado. Desde ese día, nunca se le olvidaba lavarse la boca después de cada comida.
A los 6 años su idea fue una linterna con una pequeña pala en el extremo del mango. De este modo, podía salir a investigar al jardín incluso al caer la tarde y excavar en busca de tesoros. La verdad es que en la mayoría de los casos lo que encontraba eran monedas, trozos de macetas o huesecillos de pequeños animales. Pero a Nico le hacía una ilusión tremenda y guardaba todo lo que encontraba entre sus bienes más preciados. Con aquel invento a medio camino entre una linterna y una pequeña pala pudo ser mucho más efectivo en sus exploraciones.
Más tarde, a los 10 años, a Nico se le ocurrió algo que podía ser muy útil a todos sus amigos en las excursiones que hacían con el colegio. Se trataba de un bolsillo exterior en la bolsa donde guardaban los bocatas y la pieza de fruta de la merienda. La idea es que ahí fuesen apartando algunas migas para dárselas después a los pájaros u otros animalillos que se encontrasen por el camino. También podrían llevar trocitos de bizcocho o granos de arroz.
Nico pensó que los pájaros y las ardillas se pondrían contentísimos. Para desarrollar este invento, le pidió ayuda a su padre, porque era sastre y un verdadero maestro de la aguja y el dedal. Nico eligió una tela alegre con un estampado floral para la primera bolsa que luego enseñaría a sus amigos del cole. Como era de esperar, el invento fue todo un éxito y al momento todos los niños de la clase quisieron una para la próxima excursión que harían a una reserva natural cercana.
Para poder hacer todas las bolsas, Nico y su padre se pasaron el fin de semana entero trabajando. Al final, el domingo por la noche lograron reunir 20 bolsitas con sus bolsillos independientes para las migas de pan. La excursión que hicieron la semana siguiente fue una de las mejores que habían hecho nunca. Para los niños y para los pajarillos que se dieron un verdadero festín con aquellas migas guardadas con cariño en el invento de Nico.