Tatiana era una inventora que hacía cosas increíbles. Pero era muy despistada. Y, debido a ello, todo a su alrededor era un desastre. Tenía ideas geniales y, gracias a ellas, todo era mucho más fácil.
Tatiana había inventado unos vehículos inteligentes que se movían por el aire sin chocarse. Además, se alimentaban con energía solar y con energía eólica, así que no necesitan combustibles fósiles ni tampoco había que enchufarlos para que se recargaran.
Pero mientras los inventaba se le había escapado alguno y había tenido atemorizada a toda la ciudad, porque el vehículo se movía sin ton ni son.
Tatiana también había inventado un devorador de basura espacial que, una vez puesto en órbita, iba comiéndose todos los desechos que encontraba. Con estos desechos se iba haciendo cada vez más grande para poder comer más basura. Pero el devorador era tan glotón que se había comido varios satélites de comunicaciones. Menos mal que Tatiana pudo reprogramarlo para evitar males mayores. Y todo por olvidarse de incluir unos sencillos parámetros en la configuración del aparato.
Un día, Tatiana decidió que quería construir una nave espacial para llegar a Marte en poco tiempo. Porque a Marte se podía ir, pero el viaje era muy largo. Lo que quería Tatiana era que el viaje fuera corto. Y para ello construyó una mega catapulta espacial. La nave solo tenía que colocarse en la catapulta y esta lanzaría la nave y, con el impulso, llegaría a Marte muy rápido.
Y lo consiguió. Los astronautas se encontraron en el planeta rojo se pusieron muy contentos. Pero, de pronto, se dieron cuenta de algo importante: no tenía cómo volver.
Tatiana se dio cuenta también de que no había ideado una forma para volver, justo después de lanzar la nave.
—Ahora tendremos que ir a Marte a construir una catapulta para que mande a los astronautas de vuelta —dijo Tatiana.
Y se puso manos a la obra. Durante meses estuvieron mandando a los astronautas los materiales para construir la megacatapulta. Pero siempre se olvidaba de enviar algo o de modificar los cálculos teniendo en cuenta cuestiones como la gravedad de Marte o la rotación del planeta.
A pesar de todo, después de un año consiguieron construir la megacatapulta.
D
espués de aquello Tatiana decidió que debía retirarse. Todo el mundo se puso muy triste porque, a pesar de todo, Tatiana tenía ideas geniales. Entonces, a alguien se le ocurrió una idea que lo cambió todo:
—¿Qué te parece si te buscamos un par de ayudantes? Así, aunque tú te despistes, alguien estará atento para actuar a tiempo.
Tatiana, que siempre había querido trabajar sola, pensó que eso sería una buena idea. Al fin y al cabo, delegar algunas tareas le dejaría más tiempo para pensar. Además, si alguien estaba pendiente de sus meteduras de pata, seguro que el mundo estaría más seguro.
A partir de entonces los inventos de Tatiana no volvieron a dar problemas y todos se sentían mucho más seguros. Incluida la propia Tatiana, que cada vez inventaba cosas más novedosas.