Un día de primavera, la clase de Julio fue de excursión al parque de atracciones. A la hora de la comida, la profe les explicó que debía dejar todo bien recogido. Habían llevado bocatas y zumos en sus mochilas.
Todos los niños se comportaron bien menos un grupo de tres que dejaron el papel de aluminio y los vasos de yogur tirados debajo de un banco de madera. En ese momento, apareció uno de los barrenderos del parque, cantando y bailando mientras trabajaba. Los niños que habían tirado la basura empezaron a gastarle bromas pesadas. Curiosamente, él no se molestó y siguió barriendo.
Pensaba que permanecer sin enfadarse desconcertaría a los niños y les haría reflexionar acerca de su actitud. Lo que pasó es que, cuando esos niños quisieron subirse después a una atracción de las mejores del parque, la profe no les dejó. Ellos pensaron que no había presenciado la escena con el barrendero, pero lo había visto todo. En vez de dejarles seguir disfrutando de la excursión con el resto de la clase, los puso a limpiar las papeleras con el barrendero.
Después, les dijo que tendrían que ayudar al jardinero a regar las plantas. De este modo, aprenderían a valorar el trabajo de aquellos hombres. La importancia de que hubiese gente que se ocupara de mantener las calles y los parques limpios. No solo eso, sino también los colegios y los hospitales, las oficinas y las tiendas.
La verdad es que los niños lo hicieron muy avergonzados y se sintieron muy mal por haberse reído de aquel hombre tan trabajador. Para que toda la clase aprendiese la lección, al día siguiente en el cole los niños tuvieron que explicar a sus compañeros lo que habían aprendido.
Desde ese día, todos fueron mucho más cuidadosos. Algunos incluso dejaron de tirar las cáscaras de las pipas al suelo y se llevaban cucuruchos de papel para echarlas. Aprendieron que había restos de basura que nunca se llegarían a biodegradar en el medio ambiente. Pero que otros, como las mondas de las manzanas, si podían echarlos, por ejemplo, a los pies de los árboles porque se transformaban en abono. También aprendieron que si tiraban chicles al suelo luego un pajarillo los podría confundir con una miga de pan y ahogarse.