En la clase de Anselmo se acaba de liar una buena. El maestro había pedido a los niños que, durante el recreo, se organizaran en grupos de cuatro o cinco para hacer equipos de limpieza para colaborar en las tareas de mantenimiento del colegio. Pero en la clase de Anselmo varios niños se habían negado.
-Yo soy un chico, y los chicos ni barren, ni friegan, ni limpian el polvo. Eso es cosas de chicas -decía Paco.
-Eso, que lo hagan las chicas mientras nosotros mandamos y comprobamos lo bien que lo hacen -decía Antonio.
-Pero ¿de qué vais? -intervino Anselmo-. ¿Es no hacéis nada en casa?
-En mi casa lo hacen todo entre mi madre, mi abuela y mi hermana -dijo Paco-. Mi padre y yo nos dedicamos a hacer
cosas de hombres. -Nosotros tenemos contratada a una señora que se ocupa de hacer todo en casa -dijo Antonio-. Y si hay que hacer algo más se ocupa mi madre. Mi padre y yo también nos dedicamos a hacer
cosas de hombres.-¿No os hacéis la cama ni ayudáis a poner la mesa? -preguntó Anselmo.
-¡No! -contestaron Paco y Antonio al unísono.
-Eso es cosa de mujeres, igual que fregar, barrer, cocinar, planchar y todas esas cosas -añadió Paco.
-Pues yo me hago la cama, pongo y quito la mesa e incluso friego los cacharros después de comer -dijo Anselmo.
-Eso de ayudar en casa es una tontería feminista -le espetó Antonio.
-¡Qué bobadas dices! -dijo Anselmo-. Yo no ayudo, colaboro, que no es lo mismo.
-Entonces, ¿no haces cosas de hombres con tu padre? -le interrumpió Paco.
-La verdad, no sé a qué te refieres con eso de hacer cosas de hombres -respondió Anselmo-. Yo paso mucho tiempo con mi padre y hacemos muchas cosas. Pero en todo pueden participar mi hermana y mi madre, y no hay ningún problema. Y nosotros también hacemos eso que vosotros llamáis cosas de chicas. Es más, mi padre barre, friega, plancha y cocina, limpia lo que haya que limpiar y coloca lo que sea necesario. Y cuando mi hermana y yo éramos pequeños nos bañaba, nos cambiaba los pañales, nos daba de comer y nos sacaba de paseo.
-¡No fastidies! -dijo Antonio-. ¿Tu madre no hace nada?
-¡Claro que sí! -dijo Anselmo-. Lo mismo. Mis padres se reparten las tareas. Mi hermana y yo colaboramos en la medida que podemos, para que nuestros padres tengan más tiempo para descansar, para cuidarse y para estar con nosotros. Para nosotros no hay cosas de chicos ni cosas de chicas.
-¡Vaya tontería! -dijeron Paco y Antonio.
-De tontería nada -dijo Anselmo-. Se llama corresponsabilidad, y más os vale que os pongáis las pilas, chicos, porque esa actitud vuestra no mola nada. Porque ocuparse de la familia y de la casa es cosa de mujeres y de hombres. Y en el colegio pasa lo mismo. Así que dejad de hacer el ridículo con esos argumentos caducos y repartíos las tareas.
Justo en ese momento sonó el timbre y el profesor entró por la puerta.
-¿Ya os habéis organizado? -preguntó.
-Hemos estado discutiendo sobre las tareas domésticas, profesor -dijo Anselmo-. Ha sido un debate muy productivo.
-De acuerdo, pues organizaos ahora, por favor -dijo el profesor.
Nadie quise ponerse en el grupo con Paco, Antonio y con los otros chicos que habían defendido que no iban a ponerse a limpiar, así que ellos tuvieron que formar un grupo, por lo que no les quedó más remedio que asumir lo que tenían que hacer.
Después de eso todos decidieron empezar a arrimar el hombro en casa colaborando con las tareas. Porque no hay equipo más importante que las formas con tu propia familia. Y un equipo no avanza sin la colaboración y el compromiso de todos.