Villapomposa era una curiosa ciudad famosa por su gran festival de pompas de jabón. Todos los años, Villapomposa reunÃa a miles de personas entusiasmadas con las pompas de jabón.
Los vecinos de Villapomposa eran unos auténticos genios en la materia. Era tal el afán de los villapomposanos por las pompas de jabón que los niños aprendÃan a hacer pompas gigantes antes de aprender a caminar.
Pero hubo una edición que estuvo a punto de cancelarse y dar al traste con todo. Fue aquella ocasión en la que apareció el ladrón de pompas de jabón.
Faltaban apenas dos meses para la celebración del festival de pompas de jabón de Villapomposa. Las calles estaban llenas de gente ensayando sus números pomperiles y sus trucos mágicopomposos.
Y entonces, apareció, sin que nadie se lo esperara, el ladrón. Con un gran palo con una aro dentado al final, el ladrón recorrió las calles robando pompas, apilando unas encima de otras, y sin que ninguna se rompiera. Y se las llevó, por supuesto.
Los vecinos de Villapomposa no le dieron mayor importancia.
—Es solo una broma de mal gusto —dijeron, pensaron y comentaron. Y siguieron a los suyo.
Pero al dÃa siguiente, el ladrón de pompas de jabón volvió al ataque. Y robó muchas más pompas.
—Esto es intolerable —dijeron, pensaron y comentaron los vecinos. Pero, una vez más, no hicieron nada.
Pero los dÃas pasaban, y el ladrón seguÃa haciendo de las suyas. El problema es que cada vez robaba más pompas.
—Hay que solucionar esto de una vez —dijo el alcalde al jefe de policÃa.
—Lo estamos vigilando, pero es tan rápido que no nos da tiempo —dijo el jefe de policÃa.
—Pues habrá que pensar en otra cosa —dijo el alcalde.
—Estamos en ello, pero nada funciona —dijo el jefe de policÃa.
—Pues hay que darse prisa, porque faltan pocos dÃas para el festival, y con este tipo por aquà no podemos arriesgarnos —dijo el alcalde.
La hija del alcalde, que estaba por allÃ, se acercó a su padre y al policÃa y les dijo:
—Yo he inventado unas pompas que al explotar te tiñen de rojo y pican mucho cuando te salpica la piel.
—Pero eso es muy peligroso —dijo el alcalde.
—Ya lo sé —dijo la niña—. Por eso he pensado que lo pueden usar los policÃas vestidos de paisano.
—Pero el ladrón se lleva todas las pompas sin que explote ninguna por el camino —dijo el jefe de policÃa.
—Bueno, eso no es problema —dijo la niña—. Las pompas explotan tarde o temprano. En cuanto esto ocurra descubriréis al ladrón, si no es por ir teñido de rojo, será por los alaridos que dará por el picor del jabón.
Y asà lo hicieron. Y funcionó. Al poco de huir, el ladrón regresó corriendo buscando un remedio para el picor, muy asustado al verse todo colorado.
Afortunadamente, la niña también habÃa inventado un remedio para el picor, y se lo dio al ladrón para calmarlo.
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€”No me metáis en la cárcel, por favor —lloró el ladrón—. Solo querÃa divertirme con las pompas.
—Pues a partir de ahora te divertirás como todo el mundo —dijo el alcalde.
—Es que no tengo dinero para jabón de pompas —dijo el ladrón.
—Entonces te daremos un trabajo —dijo el alcalde—. A partir de ahora, serás el primer profesor de la escuela municipal de pomperos profesionales que abrirá sus puertas muy pronto. Enseñarás tu arte con las pompas de jabón y tendrás a tu disposición un montón de jabón para enseñar y practicar. Además de un buen sueldo, por supuesto.
Y asà fue como el ladrón de pompas de jabón se convirtió en profesor de la primera escuela de pomperos profesionales del mundo. Allà enseñó muchas cosas, pero nadie se graduaba sin aprender a robar pompas como un profesional para poder participar en el pompabol, el primer deporte del mundo que consistÃa en robar pompas de jabón.
Y colorÃn colorado, esta pompa ha explotado.