El pirata Metepata
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El pirata Metepata

Edades:
A partir de 6 años
El pirata Metepata El pirata Metepata era un tipo de lo más peculiar. No podía tener la boca callada y, allá donde iba, allá que la liaba. Era un auténtico bocazas. Cualquier cosa que se le pasaba por la cabeza la soltaba por la boca. No se podía ser más impertinente ni más maleducado.

El pirata Metepata tenía un navío que surcaba los mares sin descanso. Pero el navío necesitaba muchos marineros, pues era muy grande. Sin embargo, apena había unos pocos.

-Si el pirata Metepata sigue así se quedará solo -decían en todos los puertos en los que atracaba el barco del pirata Metepata. Y así fue.

Y como no tenía quién le ayudara a navegar, el pirata Metepata tuvo que quedarse en tierra. Más bien en puerto, porque era tanta la fama de maleducada y grosero que tenía el pirata Metepata que nadie quiso darle alojamiento para que no espantara al resto de la clientela.

Al principio al pirata Metepata le dio lo mismo. Se pasaba el día paseando por su barco, gritando a los cuatro vientos groserías sobre todo el mundo.

Pero el tiempo pasó, y el pirata Metepata dejó de despotricar. Nadie le oía ya. Nadie le prestaba atención. Incluso los barcos que atracaban en el puerto lo hacían lo más lejos que podían.

El pirata Metepata pensó que ya era hora de irse de allí, él solo. Pero necesitaba una tripulación. Nadie quería ir con él, así que tendría que buscar a otra persona.

-¡Ya sé! Me haré pasar por otro pirata -pensó el pirata Metepa-. Diré que le he comprado el navío al pirata Metepata, el cual se ha ido para siempre a buscar suerte tierra adentro.

Una sirena que le oyó se asomó y le dijo:

-Pues tendrás que cambiar eso modales, porque si no nada vas a conseguir. Eres un maleducado, y mientras no corrijas eso nada de lo que hagas servirá.

El pirata Metepata abrió la boca para soltar su retahíla de improperios, pero la sirena le interrumpió diciendo:

-Piensa lo que vas a decir, no sea que espantes al único ser que te dirige la palabra en mucho tiempo.

El pirata MetepataEl pirata se quedó con la palabra en la boca. Y luego dijo:

-Tienes razón, sirena. ¿Me ayudarías, por favor?

La sirena accedió. Al pirata Metepata le costó mucho esfuerzo conseguir moderar su lenguaje y mostrarse educado. Pero al final lo consiguió. Y cuando fue a buscar tripulación ni siquiera le hizo falta hacerse pasar por otro. En cuanto entró en la primera fonda y dio los buenos días captó la atención de todos los presentes. Su disfraz no había funcionado, pues se le reconocía perfectamente. Pero su actitud era tan distinta que enseguida encontró ayuda.

Y así es como comenzó una nueva etapa en la vida del pirata Metepata.
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