¡Era el cumpleaños de Arturo! Desde primera hora se encontraba emocionado y esperando con ansia que llegara la tarde para disfrutar de una gran fiesta con sus amigos en casa.
Mamá y papá le habían organizado una gymkana con juegos por el salón y su habitación. Su hermana mayor le había preparado una piñata con forma de avión y a la hora de la comida los abuelos vendrían a comer para disfrutar un rato antes de que llegaran sus amigos. Incluso su perro Huesitos parecía advertir que algo se celebraba y saltaba contento al lado del niño durante todo el desayuno.
En el recreo su grupo de amigos no hablaban de otra cosa, Arturo cumplía 8 años y era la primera vez que toda la pandilla podía juntarse para celebrarlo. En total eran 6, contando con Arturo, Celia y Estefanía , Carlos, Iván y Julio.
A la hora de la comida los abuelos llegaron, le dieron un buen abrazo entre los ladridos de entusiasmo del perro Huesitos y, tras soplar las velas, en un rico bizcocho le dieron su regalo. Cuando lo abrió no era su juguete esperado pero relucía y parecía un gran objeto.
-Este reloj es de los últimos que nos queda en la relojería que tuvimos de jóvenes y le guardamos mucho cariño tu abuelo y yo por eso nos gustaría que lo cuidaras mucho.
-Gracias abuela. Es muy bonito. Me gusta su brillo. Lo guardaré con cuidado.
Arturo se fue a su cuarto tras la comida y, al poco rato, llegaron sus amigos. Se saludaron alegres y al poco ya estaban empezando con los primeros juegos, su padre era muy divertido e intercalaba juegos con chistes y bromas.
Llegó la hora de merendar y Arturo enseñó a todos su reloj, estaba orgulloso de que sus abuelos confiaran en él para dárselo. Todos abrieron la boca al verlo y le dijeron que lo guardara, que era considerado como una gran joya para los mayores.
Lo dejó encima de su cama y se fueron a jugar. Pasó la tarde y fue el momento de las despedidas, todos le dijeron que lo habían pasado genial, que tenían que repetir en otros cumpleaños y cada uno hacer una fiesta para poder verse más.
Una vez que se fue el último de los niños Arturo fue a su habitación, recogió sus juguetes y los otros regalos, miró encima de la cama y recordó que no había recogido el reloj que ahora de repente ya no estaba allí.
-Mamá, ¿has recogido tú el reloj de los abuelos?
-No cariño, pensé que lo tenías en la caja.
-Ah, no está. No lo encuentro.
Mamá y papá se acercaron a la habitación al oír sus chillidos.
-¿Has buscado bien?
-¿Y si me lo quito alguien? Jo, al final alguno me ha fastidiado
-Arturo, estás acusando a alguien y todavía no hemos buscado bien.
Arturo dejó de escuchar y empezó a investigar, recordando lo que había hecho cada uno de sus amigos: uno estuvo en el baño, otro en la terraza…. ¿Quién le habría cogido su reloj? ¿Se lo devolvería? ¿Lo habría perdido sin querer?
Llegó la noche y Arturo no durmió bien, estaba preocupado por lo que dirían los abuelos. Durante las clases se fijó si alguno de ellos llevaba algo en su bolsillo, si lo notaba más raro….
Cuando llegó el recreo Arturo estaba serio con sus compañeros, les dijo lo que había pasado y que creía que alguno de ellos se lo había cogido. Se formó un gran revuelo. Sus amigos se enfadaron con Arturo y este llegó a casa llorando.
Cual fue su sorpresa cuando su perro Huesitos apareció a saludarlo con algo brillante colgando de su oreja.
- ¿Qué es eso Huesitos? ¡Oh no! ¡Llevas colgada en tu oreja mi reloj!
Cuando mamá vio al perrito ya se imaginó lo sucedido. Huesitos vería el reloj encima de la cama y se lo habría llevado a su caseta por eso no lo encontraban.
Arturo, avergonzado, decidió dejar su plan de investigación y pedir perdón a sus amigos por haber desconfiado de ellos y acusarles sin pruebas. ¡No lo volvería a hacer nunca mas!