Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo a las afueras del desierto, vivía una niña llamada Lina. Un día, tras una gran discusión con su familia, Lina decidió ir en busca del legendario oasis mágico. Mientras caminaba por el desierto, Lina se encontró con un camello parlante.
—¡Hola! Soy Lina, ¿quieres venir conmigo a buscar el oasis mágico? – preguntó la niña.
Kibo sonrió y respondió:
—Claro, me encantaría. Mi nombre es Kibo. Juntos seremos un gran equipo. Sube, que te llevo.
Así comenzó su aventura.
Un día, Lina y Kibo descubrieron una cueva misteriosa donde un grupo de animales atrapados pedía ayuda.
—Tenemos que ayudarlos, Kibo.
—Por supuesto, Lina. Coge un cuerda, átamela a la joroba y entra en la cueva. Haced una cadena entre todos y, cuando estéis listos, tira de la cuerda. Yo avanzaré y os sacaré.
Dicho y hecho.
Como muestra de agradecimiento, los animales les dieron valiosos consejos para continuar su búsqueda del oasis mágico.
Durante todo el camino, los dos amigos ayudarán a muchos animales y personajes que estaban en apuros. Y, cada vez que lo hacían, conseguían nueva información para encontrar el oasis mágico.
Cuando por fin lo encontraron, Lina y Kibo quedaron maravillados. Era un lugar hermoso, lleno de árboles verdes y agua cristalina. Allí, encontraron un anciano que les reveló el secreto del oasis.
—La verdadera magia de este oasis no está en el agua ni en los árboles –explicó el anciano—, sino en las lecciones que han aprendido en su viaje.
Lina y Kibo se miraron y sonrieron. Entonces comprendieron la verdadera magia estaba en su corazón, en la amistad que habían forjado y en todos los nuevos amigos que habían hecho por el camino.
Cuando regresaron al pueblo, Lina se reconcilió con su familia. Todos estaban muy contentos de volver a verla y la recibieron con los brazos abiertos.
Ella les contó todo lo que había vivido y aprendido en su aventura con Kibo. La familia, conmovida por la historia, aceptó a Kibo en su casa.
Lina y Kibo también compartieron sus aventuras con los vecinos. Así, el pueblo se convirtió en un lugar más alegre y unido, donde sus habitantes ayudaban a los demás sin esperar nada a cambio.