Hada Malena tenía una hermosa melena, de la que presumía a todas horas. Hada Malena se pasaba la mitad del día cuidando su pelo y la otra mitad enseñándoselo a todo el mundo y explicando todo lo que hacía para cuidarlo.
Todas las hadas deseaban tener una melena como la de Hada Malena. ¡Eran tan bonita, tan suave, tan maravillosa!
—Si os cuidaseis tanto el pelo como me lo cuido yo, tendríais todas una melena tan hermosa como la mía —les decía Hada Malena a las otras hadas.
Pero las otras hadas no encontraban tiempo para cuidar tanto su pelo.
—¿De dónde sacas todo el tiempo que necesitas para cuidarte la melena, Hada Malena? —le preguntó un día Hada Cuajada—. A mí solo me da tiempo a cepillarme, hacerme una coleta y a lavármelo de vez en cuando.
—Es cuestión de prioridades, Hada Cuajada —respondió Hada Malena, mientras se acariciaba su hermosa melena.
—¿Prioridades? —dijo Hada Cuajada.
—Sí, prioridades, las cosas a las que les das más importancia —dijo Hada Malena, meneando la melena para que se viera bien lo limpia y brillante que la llevaba.
—¿Cómo qué? —preguntó Hada Cuajada.
—Para mí lo más importante es mi melena, y organizo todo el día en función de los cuidados que tengo que dedicarle —dijo Hada Malena—. ¿Cómo te organizas tú, Hada Cuajada?
—Pues como las demás —dijo Hada Cuajada—. Hacemos la comida, organizamos la casa, cultivamos el huerto, estudiamos, estudiamos un poco más y volvemos a entrenar.
—Definitivamente, estudiáis demasiado y dedicáis demasiado tiempo a entrenar —dijo Hada Malena.
—Tenemos que saber mucho para sobrevivir y prosperar, y entrenar es fundamental para estar en forma y poder huir de los peligros —dijo Hada Cuajada.
—Tonterías —dijo Hada Malena, sujetando su melena.
Entonces, sonó la campana.
—Hora del segundo entrenamiento —dijo Hada Cuajada.
—Hora de cepillarse el pelo —dijo Hada Malena.
—¡Hora de correr, que vienen los ogros! —gritó Hada Instructora.
Todas las hadas salieron corriendo para escapar, pero Hada Malena se quedó atrás. Le pesaba tanto la melena y estaba en tan baja forma que no era capaz de seguir el ritmo a las demás.
—¡Hada Instructora, van a coger a Hada Malena! —gritó Hada Cuajada.
¡Chicas, formación de rescate! —gritó Hada Instructora.
No hizo falta más. Todas las hadas sabían que lo que tenían que hacer para rescatar a su compañera.
Cuando consiguieron huir, Hada Malena se sentía muy agradecida.
—No sé qué hubiera hecho sin vosotras, amigas —dijo.
—Más te valdría dedicar tiempo a aprender y a ponerte en forma —dijo Hada Instructora—. Tu melena te ha puesto en peligro a ti y, por rescatarte, casi nos cuesta la vida a todas.
A partir de aquel día, Hada Melena se preocupó más por ir a clase, por estudiar y por entrenar. Ahora le dedica menos tiempo a su melena, pero la sigue teniendo maravillosa, a pesar de todo. Entre otras cosas, porque sus compañeras le ayudan a cuidarla, porque saben que para ella es algo importante.