
Había una vez un rincón escondido del universo donde todo brillaba y se movía sin parar. En ese lugar mágico vivía Energolandia, una tierra especial habitada por las energías. Cada una tenía su misión: la luz se encargaba de iluminar, el calor hacía funcionar las máquinas, el viento giraba los molinos y la electricidad llenaba de vida a la ciudad.
Un día, Lucía, una chispa eléctrica inquieta y veloz, se encontró con Vapy, una burbuja de vapor que flotaba orgullosa.
—¡Hola, Lucía! —saludó Vapy—. ¡Apuesto a que yo puedo mover más cosas que tú!
Lucía soltó un chispazo brillante.
—¿Ah, sí? Pues veamos quién es más poderosa. ¡Hagamos una carrera!
Los rumores de la carrera se esparcieron rápidamente, y pronto Ruedín, una rueda mecánica que nunca paraba de girar, y la Señora Solar, un rayo de sol cálido y sabio, se unieron.
—¡Esto será interesante! —dijo la Señora Solar—. Yo también quiero demostrar lo que puedo hacer.
Incluso el Señor Carbón, un viejo trozo de carbón gruñón pero poderoso, se animó a participar.
—En mis tiempos, yo movía el mundo entero —bufó—. Vamos a ver si siguen necesitando mi energía.
Los participantes se reunieron en la Gran Plaza de la Energía. Allí, el Profesor Neón, un brillante tubo de luz, explicó las reglas:
—¡Cada uno recorrerá un circuito y mostrará cómo transforma su energía! Ganará quien demuestre ser la más útil y poderosa.
Con una fuerte explosión de luz, la carrera empezó.
Vapy fue el primero en moverse. Con su calor, hizo girar una turbina gigantesca, que empezó a producir electricidad.
La Señora Solar extendió sus rayos y calentó una placa solar, enviando energía a la ciudad.
Ruedín rodó cuesta abajo, moviendo engranajes y generando movimiento.
Lucía saltó de cable en cable, encendiendo bombillas y pantallas a su paso.
El Señor Carbón ardió lentamente en una vieja caldera, liberando su energía almacenada.
Todo iba bien, hasta que, de repente, el sol empezó a ocultarse tras una nube. La Señora Solar perdió su fuerza y no pudo seguir adelante.
—¡Oh, no! —exclamó—. Sin sol, no puedo producir energía…
Vapy intentó ayudarla, pero el agua de su caldera se estaba agotando.
—¡Necesito más calor para seguir generando vapor! —dijo preocupado.
Lucía y Ruedín se miraron.
—Creo que es momento de unir fuerzas —propuso Lucía.
—¡Sí! Yo giraré para ayudar a la caldera de Vapy, y él generará vapor para mover la turbina y producir electricidad —dijo Ruedín.
Trabajando juntos, hicieron que el vapor volviera a moverse, y pronto la Señora Solar pudo seguir cuando las nubes se apartaron.

Al final de la carrera, los participantes se dieron cuenta de algo importante:
—¡No hay un ganador absoluto! —exclamó Lucía—. La energía nunca se pierde, solo se transforma. Y todas somos importantes.
El Profesor Neón sonrió.
—¡Exactamente! Cada uno de ustedes ha demostrado que la energía cambia de una forma a otra, pero nunca desaparece. ¡Juntos hacen que el mundo funcione!
Desde aquel día, en Energolandia nadie volvió a discutir sobre quién era más poderosa. Aprendieron que todas las energías se complementan y trabajan en equipo para hacer posible la vida en el mundo.
Y así, con una gran celebración luminosa, la Gran Carrera de la Energía terminó, pero la aventura de la ciencia continuó.