Marcelo era un niño muy aplicado al que le encantaba la robótica. Tanto le gustaba, que se pasaba todo el día inventando, diseñando y experimentando con sus juguetes y aparatos robóticos.
Pero como Marcelo se pasaba todo el día con la nariz en sus inventos y en sus libros de robótica los demás niños se metían mucho con él. Al principio a Marcelo le daba lo mismo, pero con el tiempo empezó a mosquearse, porque de las burlas los niños pasaron a cosas peores.
Harto de que le robaran las cosas, le tiraran la mochila o le dieran algún que otro empujón cuando estaba concentrado en sus cosas, Marcelo tomó una decisión: defenderse. Y la mejor idea que se le ocurrió fue inventar un robot que le sirviera de guardaespaldas.
Marcelo se puso a trabajar en su proyecto. En pocas semanas el robot guardaespaldas estaba listo. Todos alucinaron cuando Marcelo llegó con él al colegio. Y más aún cuando el robot consiguió frenar todos los intentos de molestar a Marcelo.
Cada día Marcelo añadía nuevas mejoras a su robot tras observar los problemas o deficiencias que encontraba. Mientras tanto, los demás niños encontraron que molestar a Marcelo burlando a su robot era todavía más divertido y estimulando.
Así fue como, con el tiempo, a Marcelo se le olvidó que su robot era una máquina para defenderse y lo convirtió en una herramienta de venganza.
-Estos se van a enterar -pensó Marcelo-. Antes mi robot solo recogía los objetos que me arrojabais y lo lanzaba a la papelera más cercana. Ahora os los tirará de nuevo, con tanta fuerza que más vale que os quitéis de su trayectoria. Y si antes solo se ponía delante de los que veníais a incordiar, ahora mi robot os asestará un buen empujón.
Aprovechando que era viernes, Marcelo se encerró en su cuarto a trabajar sobre las actualizaciones de su robot durante todo el fin de semana.
El domingo por la tarde alguien llamó a la puerta y, sin esperar, la abrió. Era Toni, el primo pequeño de Marcelo, que entró corriendo para abrazar a Marcelo.
El robot reaccionó enseguida y le dio un empujón tan fuerte al niño que lo lanzó contra una estantería. Un montón de juguetes y libros le cayeron encima. El golpe fue tan fuera que tuvieron que llevarlo al hospital.
A
fortunadamente a Toni no le pasó nada grave. Marcelo, muy arrepentido, desmontó su robot. Cuando contó lo que había pasado a su padre, este le dijo:
-La ira te cegó.
-Solo quería defenderme -dijo Marcelo. A lo que su padre respondió:
-Una cosa es defenderse y otra muy distinta es querer vengarse. No lo olvides nunca.
Cuando Marcelo volvió al colegio, para su sorpresa, nadie se metió con él más. Parece que ya no era tan divertido, sin ningún robot que los retara. Así fue como a Marcelo se le ocurrió una idea que le haría ganarse un montón de amigos, y creó un robot para jugar al que se podía retar de muchas maneras diferentes.
Ahora Marcelo es un chico popular al que todos admiran, exactamente por los mismos motivos por los que antes se metían con él.