Arturo era el papá de Luis y Carla y tenía una carpintería. Cuando acababa su trabajo dejaba su mesa de carpintero vacía y metía sus herramientas en una bolsa de cuero para que no se perdieran y al día siguiente estuvieran todas juntas.
Un buen día Arturo llegó a casa muy disgustado y enfadado, casi ni hablo con los dos pequeños tras saludarlos en casa y fue directo a hablar con mamá Rocío:
-No entiendo qué ha podido pasar esta tarde. Creo que he recogido todas las herramientas como siempre, me he dado una ducha en el vestuario y han desaparecido las herramientas. No he visto la bolsa al salir. Estoy muy enfadado y nervioso, si no las encuentro mañana no podré acabar mi trabajo.
-Vaya, quizá fueras con prisa y no las hayas recogido. Puede que mañana llegues allí y te las encuentres. Ahora no puedes hacer nada -le intentó consolar Rocío sin mucho éxito.
Arturo se fue al salón para descansar un poco, pero no conseguía quitarse el tema de la cabeza. El pequeño Luis fue a hablar con su padre:
-Hola papá, he oído lo que decías a mamá. ¿Qué pudo pasar? -le preguntó el pequeño curioso.
-Pues no lo sé cariño, pero creo que algún compañero me lo ha quitado. Tienes que pensar que la mayoría de la gente no es buena. Seguro que hay compañeros en clase que envidian tu mochila, tus notas… y cuando alguien ya es muy malo roba las cosas de los demás. No te puedes fiar de nadie.
-¿Te han robado las herramientas, papá? -preguntó Luis preocupado, pues no entendía muy bien lo que papá había contado, aunque no parecía nada bueno.
-Seguro que Matías, mi compañero, que siempre admira lo que hago ha preferido quedarse con mi herramienta y así poder trabajar mejor que yo. Creo que sí, me las han quitado, pequeño.
-Vaya, mañana guardaré bien mis cosas y no se las dejaré a nadie. Y tú papá vete a ver a ese señor y dile que te lo devuelva. No quiero verte triste.
Luis se despidió de su papá enfadado y se fue para la cama. Arturo iba cada vez enfadándose más con sus pensamientos cuando sonó el timbre de la puerta.
-Hola Matías, ¿Qué ha pasado? -escuchó decir a Rocío-. Está en el salón, pasa.
Cuando Matías entró en el salón Arturo puso una gran cara de sorpresa al ver lo que su compañero traía en la mano:
-¿Dónde has encontrado esa bolsa con mis herramientas? Llevó buscándolas un rato por todos los sitios.
-Ay Arturo, te la dejaste olvidada en la puerta del vestuario cuando te fuiste a duchar. Ya me imaginé que estarías preocupado y por eso decidí traértela.
-Muchísimas gracias Matías. No sabes el favor que me has hecho. Sabré compensártelo.
-No te preocupes Arturo, eres muy buen compañero y aprendo mucho de ti.
Los dos hombres se despidieron y cuando Matías se fue el pequeño Luis se levantó y le dijo a papá:
-¿Este es el hombre que te ha quitado tus herramientas?
-No pequeño Luis, perdóname. Lo que te dije antes está muy mal dicho. No hay que desconfiar de las personas sin motivo. Ha encontrado mi bolsa y me ha hecho el favor de traerla a casa. Estoy muy agradecido y estoy muy arrepentido de lo que pensé antes. Espero que aprendas de esto y no pienses mal de un compañero sin que te haya hecho nada.
Luis entendió lo que le explicó papá y se fue mucho más tranquilo y contento para la cama.